Verónica, Alejandra y Neyla arriesgan sus vidas todos los días para dar lo mejor de sí por sus trabajos.
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Con tremenda energía, se le miden a reparar cualquier falla de luz
En una móvil, dos mujeres recorren día y noche la capital para subirse a los postes y arreglar las luminarias.
También están preparadas para descender hasta lo profundo de las cajas subterráneas eléctricas, o afrontar cualquier reto con tal de que los ciudadanos no les falte el servicio de luz.
Verónica Corredor, de 19 años, y Alejandra Padilla, de 32, son las encargadas de solucionar los problemas de energía en la capital.
Ellas son beneficiarias del Plan Semilla, un programa de Enel- Codensa, que promueve la formación técnica en instalación y mantenimiento de redes eléctricas a jóvenes de zonas vulnerables de la ciudad.
Actualmente, más de 60 mujeres hacen parte de la operación en Bogotá y Cundinamarca, a través de las empresas contratistas. Verónica y Alejandra conforman la primera cuadrilla femenina, mientras que el resto están ubicadas en cuadrillas mixtas por la ciudad y el departamento.
¿De qué se trata?
El programa hace parte de una alianza con el Sena, en el que durante nueve meses los jóvenes reciben formación académica y además practican en el Centro de Entrenamiento, ubicado en el sector de Bosa Nova.
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Durante su etapa de formación, reciben un subsidio para su sostenimiento, que corresponde a la mitad de un salario mínimo.
Luego de esta etapa, realizan sus prácticas en la empresa, donde reciben un salario mínimo por seis meses.
Esta última etapa fue la oportunidad para que Verónica y Alejandra demostraran sus talentos y habilidades. Por lo que al finalizar el programa conformaron la primera cuadrilla femenina.
“El mayor reto es que los hombres vean que nosotras también podemos hacer el mismo trabajo de ellos. De pronto en la fuerza no va a ser igual, pero también podemos hacer las cosas con efectividad y calidad. Desde que estoy al frente de la cuadrilla he aprendido que como mujeres podemos hacer muchas cosas, que pensábamos que no podíamos. No nos queda difícil nada, siempre podemos hacer las cosas. Con mucho esfuerzo se puede”, comenta Verónica, quien es la líder de la cuadrilla, mientras ajusta todos los elementos de seguridad para atender, como de costumbre, una emergencia.
A su lado está Alejandra, quien asegura que su mayor compromiso es “realizar un buen trabajo para que a la comunidad no le falte el servicio de energía”. Al igual que su compañera exalta la importancia de hacer parte de un equipo que tradicionalmente estaba conformado por hombres: “estar aquí es verme como una mujer echada para adelante. Capaz de hacer cualquier cosa. Por eso siempre le digo a las demás mujeres no traten de depender siempre de un hombre, porque nosotras podemos realizar labores iguales o mejores que las que ellos realizan”.
Ambas cuentan que la mayoría de veces los bogotanos las felicitan por la labor que realizan. Por su puesto que muchos se sorprenden al verlas trepadas en los postes, o en cualquier situación que requiere de valentía.
“Siempre hemos tenido muy buena acogida. Nos ven, se les hacer raro, pero dicen: ‘estas mujeres, tan valientes, berracas, a esta hora, en la calle, haciendo un buen trabajo’. Eso me enorgullece”, puntualiza Verónica, quien al igual que su compañera de cuadrilla, está llena de sueños por cumplir.
Años atrás ninguna de las dos imaginó llegar tan lejos, por eso dicen sin quebranto en la voz que los límites no existen para las mujeres.
La cabo de Bomberos que dejó una huella imborrable
Desde hace 15 años, la cabo Neyla Pinzón hace parte del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá. Actualmente trabaja en la estación Garcés Navas, ubicada en la localidad de Engativá.
Desde el momento en que llegó, empezó pisando fuerte. Fue una de las primeras mujeres en vincularse al Grupo Especializado de Búsqueda y Rescate (Usar), equipo encargado de los rescates en estructuras colapsadas.
“Inicié siendo Usar, ya llevo 14 años en ese equipo. Cuando entré a Bomberos noté que la vida era muy machista; entonces yo fui la mujer que empezó a meterse en todos estos cursos. Por su puesto que con los años las cosas han cambiado, hoy día, y gracias al excelente trabajo de todas mis compañeras, hay muchos hombres que valoran el trabajo de nosotras, porque a pulso hemos demostrados nuestras capacidades (…) Obviamente no tengo la fuerza de un hombre, pero hay unos que no tienen ni fuerza”, relata entre risas.
Su más grande legado
Además de marcar un significativo precedente en Usar, la cabo Garzón, junto a otros compañeros, fundó el Grupo de Búsqueda y Rescate de Animales en Emergencia (Brae).
“Eso fue en el 2007, aproximadamente. Siempre me han gustado los animales, pero con los perros tengo una afinidad impresionante. Entonces, con mis compañeros empezamos a pensar cómo hacer que nuestros perros ayuden a la comunidad. Las cosas se fueron dando y empezamos a recibir cursos con la cruz roja. Fue un proceso larguísimo, porque formar un canino requiere mínimo dos años”, cuenta.
Gracias a este equipo, los perritos que conforman el Brae han encontrado personas perdidas y participado en trabajos de estructuras colapsadas. De la mano de los bomberos se han convertido en unos verdaderos héroes.
Adicionalmente, el equipo se encarga del rescate animal: “hemos rescatado desde una vaca hasta una culebra. A Bogotá ha llegado de todo: zarigüeyas, pumas, etc… Por eso siempre estoy preparada para todo lo que pueda venir. Nada me parece raro”, asegura.
En medio de los rescates, Pinzón ha recogido a más de 100 gatos, que luego de un proceso de recuperación los ha dado en adopción: “siempre me da durísimo tener que dejarlos, pero tengo la satisfacción de que los puedo ayudar encontrándoles un hogar”.
Su mayor sueño es convertirse en veterinaria, para seguir dejando huella en Bomberos con todo lo relacionado con el rescate animal.
Sin embargo, la vida le ha enseñado que es capaz de lograr cualquier reto que se proponga, por lo que no descarta seguir midiéndose a cualquier nuevo reto que le salga en el camino.
“He trabajado muy duro para dejar en alto el nombre de las mujeres, algún día me podré ir tranquila y orgullosa”, puntualiza.