Alejandra Díaz González: primer puesto en el Icfes 2012 y becada en la Universidad de Los Andes, en Ciencias Políticas. Ingrid Gómez Guarguatí: ingeniera química de la Universidad Industrial de Santander, obtuvo un puntaje de 107 en matemáticas en la prueba Icfes. Michael Infante: se presentó dos veces a la Universidad Nacional para estudiar Medicina y pasó las dos veces, inicia el próximo semestre. Camila Moreno, una de las mejores de su salón, y una ‘dura’ en matemáticas y física, quiere estudiar Medicina en Los Andes.
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Estos jóvenes hacen parte del Instituto San Pablo Apóstol (Ispa), que tiene como filosofía no ser un colegio más, sino del que se gradúan los mejores del país. Como el caso de Wilais Quintero, licenciado en Español e Inglés, egresado y ahora docente del Ispa: “Desde muy pequeños nos mentalizan y nos preparan para entrar a una universidad y si es pública, mejor. Cuando estudiaba en Ispa veía a los profesores que le entregaban mucho al colegio y por eso me atrajo la docencia; me presenté a la Pedagógica y pasé. Luego se dio la posibilidad de enseñar en el colegio, una oportunidad que, después de siete años, agradezco, además porque esta es mi forma de retribuir todo lo que hicieron por mí”.
Wilais es un ‘profe alternativo’, dirían las mamás, pero en el salón de clase le dicen ‘Bonice’. “Me encanta mi nombre y mis estudiantes siempre me dicen: ‘Profe, Bonice a 200’. Me río porque son pelados chéveres, inteligentes y hacen parte de una comunidad que puede generar cambios en el país”.
Y es que, precisamente, el Ispa, fundado hace 40 años por el padre Isaías Guerrero, es una comunidad que prepara a los más pilos del país sin pedir un solo peso. Este colegio no tiene uniformes ni pensión ni matrículas; no hacen bazares o algún tipo de recolecta, simplemente se sostienen con los trabajos de impresión digital, confección, fabricación de tomas de corriente, cachuchas, impresión 3D e impresión en madera. Tienen su propia industria.
“Una educación es más completa cuando un joven tiene con qué defenderse”, dice el padre Guerrero, mientras camina por la pequeña huerta que tiene el colegio, la misma que sirve de taller para los más pequeños y la que da cosecha de habas, maíz y arveja para repartirlas entre los empleados. Con casi 90 años encima, el padre conoce al derecho y al revés todo lo que hacen sus estudiantes, y está convencido de que aprender a hacer algo es básico. Eso sí, prefiere no robarse el protagonismo y revisar la huerta o caminar por el colegio, “es mejor que hable con los estudiantes, ellos son la cara de Ispa”, asegura.
“Me encanta mi nombre y mis estudiantes siempre me dicen: ‘Profe, Bonice a 200’. Me río porque son pelados chéveres, inteligentes y hacen parte de una comunidad que puede generar cambios en el país”: profesor Wilais Quintero
El nuevo once
Camila Moreno, ‘la dura’ en física y matemáticas, es una adicta a las series que se deja robar los suspiros por Infante, alguien que le gusta y que solo ella sabe quién es. Sin embargo, Camila tiene claro que quiere ser la mejor y ganarse una beca en Los Andes o en la Nacional para estudiar Medicina. Ese es su sueño.
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Camila Moreno y Esteban Lesmes hacen parte del nuevo once: “Lo que pasa es que a mitad de año, el once que está en curso presenta el Icfes y el examen de la Universidad Nacional. A partir de ese momento, nosotros, los que estamos en décimo, nos convertimos en el nuevo once, así que pasamos a ver temas de once”.
“Duramos seis años preparándonos para los exámenes, no solo un año. Desde sexto, empezamos a estudiar”, dice Esteban, quien además toca la batería, los bongos y el triángulo en la orquesta del colegio. Y como si no le bastara, aprende de electricidad y mecánica en los talleres que dictan durante la jornada escolar. Además, es pilo en matemáticas, química y español.
Por el mismo camino va Michael, quien toca el saxofón alto y terminó el colegio hace unos meses, pero quiere tanto al Ispa que va todos los días. “Lo que más me gusta es que siempre ven nuestras cualidades y, como nos dice el padre, somos unos ¡valorazos!, entonces eso es chévere. A mí me va bien en todo, pero creo que mi fuerte son las ciencias naturales. Me presenté dos veces a la Universidad Nacional y las dos veces pasé, el primer puntaje fue 802 y el segundo fue 817”.
Todos los estudiantes del Ispa tienen en común que son chicos de bajos recursos, estratos 1 y 2, que viven en barrios vulnerables, pero que aun así han sido capaces de alejarse de caminos que no les ayudarían a tener una beca en las mejores universidades del país.
“A mí me gusta la libertad que nos dan. Somos un colegio diferente. Dar una educación gratis no es fácil. Dar una educación gratis y de buena calidad es aún más difícil y eso nos lo han regalado acá. Es que es chévere porque acá el trabajo se vuelve educación y así podemos ayudar a nuestras familias y al colegio. Ispa es mi hogar”, dice Camila.
“Lo que más me gusta es que siempre ven nuestras cualidades y, como nos dice el padre, somos unos ¡valorazos!, entonces eso es chévere. A mí me va bien en todo, pero creo que mi fuerte son las ciencias naturales», Michael Infante, quien estudiará Medicina el próximo año.
Las de sexto
El Ispa no tiene primaria y quien entra al colegio inicia su vida escolar desde sexto. Bianca Ruiz y Sofía Rivera entraron a la institución este año y le están metiendo toda la ficha a aprender inglés. “¿Tú sabes inglés, porque yo so, so. Ya casi”, dice Bianca, quien vive en Sierra Morena y madruga todos los días para que uno de los funcionarios del plantel la lleve en carro.
Sofía todavía no decide qué estudiar, pero cree que será Medicina o algún tipo de ingeniería. “Me gusta estudiar. Cuando llego a la casa sigo estudiando mientras le ayudo a mi mamá con mis hermanos, pero siempre estoy en la mesa haciendo tareas”.
A Bianca le parece muy cool no usar uniforme, así habla para afinar su inglés, “es que en mi anterior colegio siempre se descosía la jardinera y se me perdían las medias, y en Ispa me gusta que lo dejan vestirse a uno como quiera”.
Hasta ahora iniciaron su camino en la institución, pero ya tienen claro qué taller van a tomar cuando lleguen a noveno, grado en el que inician con estas clases. Bianca quiere aprender de confección, porque no quiere llevar la ropa descosida; además de mecánica. Sofía quiere aprender de impresión digital y 3D.
El colegio
El Ispa tiene tres sedes: sede Libertador, en la calle 32 sur; sede Jersusalén y Potosí, en Ciudad Bolívar. De ese colegio salen los más pilos del país, los que se ganan las becas y los que se dan el lujo de presentar, cada vez que quieran, los exámenes de admisión en cualquier universidad, con la seguridad de que los van a aprobar.
Camila ama su colegio, tiene nostalgia porque cada vez está más cerca de dejarlo, pero espera que llegue el tiempo perfecto para devolverle todo lo que ha hecho por ella, lo mismo piensan sus compañeros. “Ispa enseña más que a ser buenos estudiantes, enseña a ser buenas personas. Puede sonar cliché, pero es en serio, siempre nos enseñan a trabajar por los demás y todo lo hacemos sin ánimo de lucro. La educación que dan acá va más allá, nos diferenciamos de los demás porque lo que hace el Instituto San Pablo Apóstol pocos lo hacen. Somos unos ¡valorazos!”.
El Ispa
• En este momento, 15 estudiantes de la sede Jerusalén, en Ciudad Bolívar, entraron a la Universidad Nacional.
• De la última promoción de 85 estudiantes, 55 están en las mejores universidades del país.
• Fundado en 1968, en el marco de la visita del papa Pablo VI a la ciudad, este colegio, que ofrece educación gratuita, es uno de los 100 mejores del país.
• Arcos Dorados, la mayor franquicia de McDonald’s, destinará parte de los fondos recaudados en el Gran Día, que será el 20 de octubre, para el Ispa y su proyecto educativo.
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