Nadie creería que dentro de un sistema masivo de transporte público, que debe velar por el bienestar de sus usuarios, alguien que tenga un accidente no sea atendido. O por lo menos eso pensaba Andrea al esperar, como lo hacía diariamente, el bus en el Portal del Norte.
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Como siempre había gente, los ‘tumultos’, como se conocen entre los usuarios, no faltaban y los empujones e insultos llenaban el ambiente porque la paciencia ya se había agotado.
Llegó el bus y Andrea, al intentar subir, fue víctima de una estampida. Se cayó y una de sus piernas quedó atrapada en el espacio que queda entre el bus y la plataforma. Nadie la ayudó, ella misma tuvo que ponerse de pie y ver lo que había pasado: se le rompió el pantalón y su rodilla estaba llena de sangre. Le dolía.
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Lo primero que hizo fue buscar ayuda en el Portal del Norte, pero no encontró. Nadie supo decirle dónde encontrar una enfermera o siquiera un botiquín de primeros auxilios. Se subió al siguiente bus y fue en la universidad en donde le ayudaron a curar la herida. El caso ocurrió en 2010.
El de Andrea no fue el primer caso, ni tampoco el más grave, por decirlo de algún modo, sin embargo, hace un par de semanas, por medio de la concejal del Mira, Gloria Stella Díaz, se conoció el caso de una mujer que aparentemente había sido sobornada por el sistema luego de que cayera de la misma forma en la que se accidentó Andrea.
“Esperé ocho horas una ambulancia hasta que llegó una abogada que representaba al operador, pero no me dejaron entrar a la ambulancia hasta que firmara un documento el cual eximia de la responsabilidad al operador. Es una situación degradante para los usuarios que pagamos el pasaje”, dijo en su momento la afectada.
A este caso se le suma uno más reciente y es el de Diego Gómez, quien sufrió una fractura de la tibia del pie derecho tras intentar abordar un articulado. Lo grave del asunto es que no habría recibido atención dentro del sistema porque funcionarios lo sacaron para que tomara un taxi y fuera a un centro de urgencias.
TransMilenio aseguró que cuenta con una figura de Defensoría del Usuario, “la cual actúa como facilitador, garante y vocero de los derechos de los ciudadanos, para resolver las controversias entre el usuario y los actores del sistema. El acompañamiento termina cuando presenta desistimiento o conciliación entre las dos partes como fue el caso de la señora Suárez Espejo, el cual se realizó el mismo día de los hechos”.
Todo esto también está sujeto a una posterior investigación y TransMilenio asegura que la Defensoría del usuario, incluso, le hace seguimiento a los casos.
Aunque para varios usuarios ni la defensa o seguridad son las banderas con las que se reconoce al sistema. De hecho, algunas estaciones y portales andan a la deriva: sin la presencia de las autoridades o de funcionarios de TransMilenio como lo pudo comprobar PUBLIMETRO en las estaciones de Toberín, Alcalá, Calle 146, Calle 72, Avenida 39 y Molinos, entre otras.
¿Y la cultura ciudadana?
En estos relatos hay un punto en común y es que en ningún caso recibieron ayuda de los demás usuarios. Los empujones, insultos y hasta golpes hacen parte del pan de cada día de los bogotanos que usan TransMilenio y si bien se tiene una campaña anticolados, no parece asomarse una que tenga que ver con la cultura ciudadana y la convivencia dentro del sistema. Tampoco hay autoregulación de los ciudadanos.
“Acá es la ley del más fuerte. Usted ve que las personas no les importa hacer fila, ni respetan que el bus no ha llegado y lo van empujando a uno”, aseguró Marleny Morales, usuaria en el Portal del Norte.
Por su parte, TransMilenio aseguró a este medio que hoy se pronunciaría por el caso de Diego Gómez, la segunda denuncia en menos de un mes.
“El acompañamiento (de la Defensoría del usuario) termina cuando presenta desistimiento o conciliación entre las dos partes”TransMilenio