Bogotá

“Allá está mi vida y por eso me quedo”: colombiana en Venezuela

Venezuela tiene tantas historias y matices que a veces es difícil entender la decisión que toman muchos colombianos de quedarse allí a pesar de la crisis

Dejar todo atrás y empezar de nuevo no es fácil… nunca lo ha sido. Pero hace 13 años, Amanda Gutiérrez, a quien se le cambió el nombre para esta nota, decidió arriesgarse y vivir en el país que hoy tiene los ojos del mundo encima por la crisis humanitaria que atraviesa: Venezuela.
Y es que ella hace parte de ese puñado de colombianos que sobrevive en el país vecino porque aún tiene trabajo. Según información dada por el presidente Nicolás Maduro en 2015, en Venezuela hay más de cinco millones de compatriotas. Dato que no se puede corroborar porque no hay cifras claras.
La familia de Amanda vive en Colombia, la mayoría en Bogotá, y la pregunta que siempre le hacen cuando viene de visita, aunque en realidad regresa a su tierra escapando de “la pelotera que hay allá”, es ¿por qué no se viene definitivamente? La respuesta es fácil: “Porque en Colombia no tengo trabajo y allá sí. Tengo mi casa, mi perro y una vida desde hace 13 años. Además hago parte del grupo de personas que aún logramos subsistir”, agrega.
La crisis en Venezuela tiene tantos matices que a muchos se les hace difícil entender esa decisión. Para los ojos del mundo es un país que está a punto de entrar en guerra civil y que deja morir de hambre a su gente. Para Amanda, y miles de colombianos más, representa la tierra que les dio una oportunidad cuando esta, por alguna u otra razón, se las negó.

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La vida en Venezuela
“Trabajo en educación especial. Atendemos 88 niños, con distintas patologías, en un centro piloto en donde se les presta atención. Siempre hay que seguir los lineamientos del Ministerio de Educación venezolano y hay que sustentar el trabajo”, comenta refiriéndose a lo que hace en el país vecino, con el mismo sueldo desde hace cinco años y sin poder pronunciar un pero porque podría arriesgarse a perderlo todo.
Cuando llegó a Venezuela, hace más de una década, “se podía ahorrar un poquito, ahora ya no se puede ni guardar un centavo”. Amanda asegura que si bien los tiempos han cambiado, lo más preocupante del panorama es que “muchas personas están acostumbradas a lo que ocurre, además se sembró tanto el odio del pobre al rico que se señalan y se vigilan. Hay discriminación y por eso muchos preferimos no hablar”, añade.

Escapando de la realidad
Cuando Amanda habla de escapar de la pelotera es porque, literalmente, cruzó la frontera huyendo de la realidad. Afortunadamente cuenta con familia en Bogotá, que siempre la recibe con los brazos abiertos y, como si fuera una señal del universo, las vacaciones escolares están vigentes, así que decidió venirse y evitar las elecciones que se llevaron a cabo en Venezuela la semana pasada.
“La crisis se siente por todas partes. En donde vivo (frontera Estado Táchira) hay regulación de la canasta básica y lo que se consigue es lo que viene de Colombia, entonces entra dolarizado y no alcanza la plata. Por ejemplo, con la quincena que recibimos se compran tres productos colombianos y como adentro no hay nada toca gastarlos en eso”, asegura Amanda, quien tiene en su casa una habitación que funciona como su alacena de provisiones personal.
Cada vez que pasa a Cúcuta se carga de productos y, de cierto modo, le es fácil cruzar. “Cuando salgo de Venezuela saco mi cédula colombiana y cuando entró sacó la de allá, así la Guardia no pone tanto problema”, afirma. Así tiene más de 20 tarros de champú, jabones, crema dental, cepillos de dientes y otros productos de aseo personal. Con la comida es igual, acumula lo que se puede y lo que no es perecedero.
Lo que no se consigue, no se come y muchas veces, cuando le entran las ganas, hace fila en las panaderías por harina e incluso cuando reparten pescado mensual. “Un mes pasé con solo yuca, otro fue solo comiendo plátano y así. Cuando hay, pues hay y cuando no, no se come”, asegura.
Amanda pasará casi dos meses en Colombia comiendo, vitrineando en centros comerciales y descansando. Sabe que tiene que hacer el sacrificio, porque está segura de que llegará el día en el que no tenga que sacar de nuevo la cédula de allá.


“Antes se podía ahorrar, un poquito, ahora ya no se puede ni guardar un centavo”
Amanda Gutiérrez, colombiana en Venezuela

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