El sábado 4 de febrero a las 3:30 de la tarde, Laura Di Santo asistió a su primera novillada al lado de sus amigos y su novio. Previamente, «un amigo taurino me había explicado el contexto de lo que iba a ver. Es un acto muy protocolario. Yo creo que el conocimiento previo o que una persona experta te explique antes, genera expectativa en el espectáculo y lo hace mucho más entretenido».
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Ese día no había mucha gente porque en las novilladas participan toreros que son muy jóvenes y que inician su carrera con los novillos, es decir, toros más pequeños. Por lo general, en las corridas de toros en las que actúan toreros más expertos, hay una mayor asistencia.
Aunque sus papás no son taurinos, tiene algunos amigos que sí lo son, pero nunca la presionaron para que fuera a una corrida de toros. «Todo empezó porque en la Universidad un amigo siempre me hablaba de toros. También, le pregunté a mi mamá si había ido a una corrida y ella respondió que había ido alguna vez porque trabajaba en el Hotel Tequendama y allí se hospedaban muchos toreros que le regalaban boletas. Ella le dijo que no le gustaba cómo mataban al animal, sino el espectáculo y los rejoneadores, que son los toreros que van sobre los caballos».
Ante estas situaciones, Laura se interesó más porque «quería entender qué tanto era lo que decían de un lado y del otro, y qué tan verdadero era. Hay extremos en las dos partes y creo que pueden llegar a un punto medio donde se pueden respetar. No necesitan llegar al convencimiento. Frente a esto, los taurinos la tienen clara porque a ellos no les interesa que los antitaurinos se adhieran, sino que les respeten el gusto. Mientras que los antitaurinos sí creen que pueden convertir al taurino. Eso no va a pasar porque son personas que disfrutan y tienen su propio criterio».
Antes de entrar a la Plaza de Toros, sus amigos le dijeron «por favor no nos odie. Yo les dije que iba con la mente abierta. No soy una persona extremista. Si no me llega a gustar, por mucho me pongo a llorar o les digo esto no es lo mío. No les voy a dejar de hablar. Simplemente hago otra cosa, mientras terminan porque sé que es importante para ustedes y lo han disfrutado toda la vida».
Laura sólo había visto el exterior de la Plaza de Toros de La Santamaría. «Nunca había entrado a ese lugar. A mí me parecía la estructura más bonita del mundo y por dentro es aún más linda. Es chiquita». Ella se sentó y esperó a que comenzara la corrida. Cuando los toreros entraron, saludaron a la Presidencia, una instancia similar a un árbitro que da orden al espectáculo.
Laura explica que las corridas se dividen en tres momentos. En el primero, aparecen los picadores y son unos toreros que van a caballo y pican al toro. Los caballos están cubiertos por una malla de hierro para protegerse de las embestidas del animal. En el segundo, el torero utiliza las banderillas, unos palos que están recubiertos de papeles de colores. En el tercer tercio, se lleva a cabo la faena en la que se da muerte al toro. Para pasar de una etapa a otra, los toreros le piden permiso a la Presidencia.
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Durante la corrida, «cuando aparecieron los picadores me angustió un poco el caballo porque el toro lo embistió muy duro. Después, siguieron las banderillas y me pareció muy chévere porque el torero está solo clavando estos palos en el toro y nada lo cubre ni siquiera el manto rojo. Me parece que los toreros son audaces porque son personas que se exponen a un riesgo de una forma interesante y extraña».
A medida que avanzó la corrida, “terminó gustándome. Entiendo a las dos partes, pero simplemente me agradó y ya”. Laura contó a Publimetro que en sus redes sociales manifestó su visión positiva frente al espectáculo y varias personas dejaron de ser su amiga en Facebook. A otras les gustó que haya ido por su propia cuenta para tomar una posición frente al tema. Y su mejor amiga le dijo “yo no necesito ir para saber que no me va a gustar”.
Frente al dolor causado en el toro, ella cree que “en el momento en que a uno le duele el animal, uno puede darse cuenta que esto no es para uno. Mi amigo me explicaba que a los taurinos también les duele cuando el torero hace mal el espectáculo. Muchas veces los antitaurinos ponen videos o imágenes donde el toro está desangrado o botando sangre por la boca. Pero este tipo de situaciones suceden porque el torero hizo mal su trabajo y para los asistentes es una ofensa. Por esto, el público castiga al torero. Yo sé que para los antitaurinos no es fácil entender esto porque cualquier dolor afecta al animal».
Otra cosa que le causó mucha curiosidad a Laura es que alrededor de este espectáculo hay muchos agüeros. Por ejemplo, en la etapa de la faena, los toreros tiran el capote (sombrero que llevan) y si cae boca arriba, significa que no le va a ir tan bien en la corrida, y si cae boca abajo es que podrá lograr la muerte del toro.
Laura cree que las personas pueden darle una oportunidad a las corridas de toros, es decir, ver al menos media hora y decidir si les gusta o no. Para ella, asistir a La Santamaría es como cualquier plan “es como ir a un Picnic, a un centro comercial o salir a rumbear”.