Bogotá

10 cosas que hacen de los bogotanos unos wannabes

Bogotá es una ciudad como cualquier otra. Pero, ¿Cualquier otra?, ¿Una capital del mundo? ¿O una capital del tercer mundo? ¿Una Atenas Suramericana?…¿Una apenas suramericana?

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No está claro qué somos, pero hace 400 años fuimos colonia y parece que no quisiéramos dejar de serlo. Estas 10 cosas demuestran que en esa pelea por encontrar una identidad hemos quedado como unos lamentables wannabes que no queremos aceptar el lugar en el que vivimos.

Un ¡NO! Al trago local. Ya se veía que esto iba muy mal desde que en los cuarentas el gobierno puso estrictas medidas sanitarias a la fabricación de la chicha y comenzó una abierta campaña de desprestigio. “La chicha embrutece”, anticipó Bavaria, antes de que en 1949 se prohibiera.

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Décadas después, bares gomelos no dejan la costumbre de discriminar bebidas locales: Algunos se niegan a vender cerveza de marcas nacionales. Que uno no esté en tónica de probar cervezas raras, que no quiera pagar el triple por tomarse un trago o simplemente que no le gusten las cervezas baratas extranjeras (a veces no dejan otra opción) no son suficiente motivo para que los locales sean demasiado ‘cool’ para una Águila o una Club Colombia.

De pubs e ideas copiadas al revés. Wikipedia define pub como “un establecimiento donde se sirven bebidas alcohólicas, no alcohólicas y refrigerios bajo las premisas del país correspondiente” y aquí decidimos traer la idea… al revés. No son cómodos, no hay comida y cualquier cerveza cuesta dos o tres veces más que afuera. La “premisa del país correspondiente” indica que las únicas cervezas disponibles son la “artesanal” de la casa o un buen listado de cervezas gringas y europeas a precios que triplican y hasta cuadruplican el valor de una cerveza en un supermercado. Miran raro si uno no pide algo alcohólico. ¿Comer? Imposible. Una porción de papas fritas sin más fácilmente cuesta $13.000. ¡6 dólares! ¡4 euros! ¡18 soles peruanos! Indignante.

Tradiciones importadas. También nos hemos apropiado de términos como ‘Black Friday’ o ‘Cybermonday’ para enloquecer comprando lo que aparezca en internet. O por el mismo camino, un buen número de personas se suman a celebraciones anuales como el ‘Thanksgiving’, una celebración que tiene sus raíces tan fuertemente ancladas en Norteamérica que no hay como pensar que cabría en nuestro contexto. Pero lo hacemos caber. Ni hablar del Super Bowl y todos esos gordos que se reúnen a hablar de fútbol americano, a comer alitas, tomar cerveza y maldecir en inglés.

El engaño de los multiplex. Se entiende que los hayan querido emular: Los multiplex son una idea genial gringa. Qué mejor que en un mismo lugar, crispetas y hasta 10 opciones de películas, en simultánea, para elegir. Pasa que en Bogotá el error es creer que se trata de, realmente, 10 opciones distintas. Aplicamos el modelo, pero inútilmente para un espectador que realmente busca opciones variadas.

Lo primero, un 90% de la cartelera es gringa. Nos vendieron que ese es el cine que tenemos que disfrutar y nosotros (y las distribuidoras) nos lo creímos. Rara vez aparece una película europea (si lo hace, es generalmente tras una taquilla fuerte en EE.UU.) y alguna colombiana (que difícilmente durará más de dos semanas en cartelera en este salvaje negocio). La película animada de la temporada estará al menos en dos salas en simultanea: en 3d, en 2d, subtitulada, doblada…

Nieve y osos polares en Bogotá. No nos atrevemos a aceptar que vivimos en un país ecuatorial. Esa añoranza del invierno que nunca hemos tenido sale a la luz cada diciembre, cuando no es nada raro ver por toda la ciudad todo tipo de polímeros y materiales sintéticos imitando nieve. Grandes falsos animales invaden calles, balcones y centros comerciales.

¿Venados? ¿Osos polares?, ni por error los veríamos en su ambiente natural en nuestra ciudad, pero para conmemorar el nacimiento de Jesús aquí nos parece lo más pertinente imprimir a Bogotá de ese barroco e inerte ambiente polar. De acuerdo, no solo pasa en Bogotá, pero hay que sumarlo.

Palmeras desadaptadas a 2600 metros. Pero el resto del año no dejamos de negar el clima. También está el otro extremo: en varios puntos de Bogotá se erigen imponentes palmeras playeras, que sobreviven a pesar la tierra inapropiada para sus raíces y los 2600 metros, que les ofrecen las más hostiles condiciones climáticas. Con hojas marchitas y una vida difícil son un elemento esencial en la periferia de las imponentes construcciones ‘a lo Miami’. Las palmeras difícilmente soportan el exceso de agua al que están expuestas, pero aquí parecemos no entender de excesos arquitectónicos y estéticos.

«I♥CantervilleUniversity». ¿Quién no tiene un saco o una camiseta que alude a una promoción aleatoria de una universidad gringa? Difícilmente pueda tener una explicación o una historia detrás, los estampados de Harvard 1986, Princeton 1976, Yale 1994… Están por todas partes. Sorprendentes resultados saldrían de una investigación que revelara cuantos de quienes visten las prendas estudiaron en dicha universidad, la conocen, o, al menos, saben donde queda.

Aquí no hay descuentos. Lo que hay son “Sales”, según anuncian avisos y publicidad de marcas de ropa extranjeras y locales. ¿Cuál es el problema con anunciar “promociones” o “descuentos”? Peor aún: ¿‘Promociones de invierno’, ‘rebajas de verano’? ¿Dónde se creen? A ver si dejamos de pelear contra el clima que nos tocó…

Las subculturas. Punkis, emos, rastas y hasta neonazis colombianos son un buen ejemplo de lo perdidos que estamos en la búsqueda de nuestra identidad. Se disfrazan, oyen la misma música, y, generalmente, no entienden muy bien el sentido de todas estas cosas. Pero ahí están, desde la época de MySpace, creciendo y multiplicándose.

Barça vs. Real. De un tiempo para acá los hinchas colombianos de equipos españoles crecen como plaga. Hablan con amor profundo del Barcelona o el Real Madrid, twittean con mayúsculas en catalán, pelean con ahínco entre ellos y salen a las calles a ondear banderas y a gritar como poseídos por “su” equipo. Ya lo dijo nuestro columnista Adolfo Zableh: “Uno solo puede ser hincha del equipo de la ciudad en que nació o del que le enseñaron en la casa”. Aunque no solo son equipos españoles. De cuando en cuando, en las cosmopolitas calles bogotanas nos vemos enfrascados en discusiones de horas sobre el más reciente partido del Atlético Lanus, el Catania o cualquier equipo de una ciudad cuyos habitantes no saben donde queda Bogotá.

Estos son solo algunos ejemplos, pero nos interesa que nos cuenten, ¿qué otro debería estar?, ¿cuál sacaría de la lista?

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