Las atractivas burbujas en una copa de champán son parte de los rituales de la vida, desde los brindis hasta el almuerzo del domingo.
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Sin embargo, se logran a partir de un proceso que quizás no conozcas.
Mediante una ingeniosa artimaña química sus productores se las arreglan incluso para mantener el gas dentro de las botellas, a pesar de tener que abrirlas a mitad del proceso de fabricación.
Si visitas la región de Champagne (en el noreste de Francia), es posible que te sorprendas al escuchar a un productor de champán decir que agregan una mezcla de azúcar y levadura a este vino.
Para los principiantes esto sonaría como lo que algunos hacen en Navidad con un vino tinto malo: agregarle azúcar, un poco de agua, especias, ponerlo a hervir, tal vez agregar un poco de kirsch, para así transformar una bebida barata en una delicadeza.
Pero la adición moderada de azúcar y levadura a un vino blanco es una parte esencial en la elaboración de cualquier champán.
A medida que los microorganismos digieren el azúcar, liberan dióxido de carbono que a su vez se disuelve en el vino.
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Ellos son la fuente de las atractivas burbujas.
Más azúcar, más burbujas
"Hay una correlación directa entre el número y el tamaño de las burbujas y la cantidad de azúcar agregada", dice Gerard Liger-Belair, un físico de la Universidad de Reims, en Francia, que estudia las burbujas en el champán.