"Medía 1,88 metros y operaba con un abrigo color verde botella y botas de goma. Saltó sobre los tableros manchados de sangre hasta donde yacía su paciente –desmayado, sudoroso, atado– como si fuera un duelista".
PUBLICIDAD
Esta es la descripción de una operación típica llevada a cabo por el cirujano Robert Liston en la década de 1830.
"’¡Tiempo, caballeros, tiempo, tiempo!‘,les gritó a los estudiantes con relojes de bolsillo asomados por las barandas de hierro de la galería.
"Todos juraron que el primer destello de su cuchillo fue seguido tan rápidamente por el chirrido de la sierra en el hueso que parecieron simultáneos.
"Para liberar sus dos manos, apretaba el cuchillo ensangrentado entre los dientes".
El detallado relato nos da una idea de cómo era la cirugía a principios del siglo XIX.
Cada segundo contaba
En esa época, los cirujanos, y más aún sus pacientes, seguían enfrentando los principales problemas de siglos: dolor, conmoción, falta de tiempo, pérdida de sangre e infección.
Uno de los grandes desafíos era la muy difícil tarea de operar con éxito a un paciente consciente.