El estado de ánimo de muchos argentinos pasó de la vergüenza al orgullo en apenas una semana. Y, en ambos casos, se trató de la versión más extrema del sentimiento.
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El sábado pasado solo se hablaba del "papelón mundial" por lo sucedido en un partido de fútbol catalogado como la "final del mundo"; ese que definía al campeón de la Libertadores entre River Plate y Boca Juniors.
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Exactamente una semana después, el sentimiento que se ve en la prensa y en las redes sociales tras la cumbre del G20 es exactamente el contrario: "un sueño cumplido", "un verdadero éxito", "mostramos lo mejor".
Las repercusiones y magnitudes de ambos eventos son, por supuesto, diferentes. Y es difícil saber si los argentinos le dan la misma relevancia al G20 que al fútbol, la cual es mucha.
De igual forma, en ambos casos muchos acá se sintieron el centro del mundo. Y en solo una semana se pudo ver que si Argentina fuera un paciente y hubiera que diagnosticarla con algo, el trastorno sería bipolaridad.
Del bochorno
Quien mejor evidenció esta duplicidad emocional fue Mauricio Macri, no solo porque al ser presidente concentra todas las miradas, sino porque en ambos casos se mostró más apasionado que nunca.