Alguien le da un mordisco a una manzana.
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El crujido que se produce cuando los dientes rompen la piel de la fruta resulta insoportable para esta británica de 28 años.
"O me voy o tengo que taparme los oídos. Simplemente no puedo escucharlo", asegura.
"Me deja realmente angustiada. Mi cuerpo siente que hay un peligro y tengo que irme o protegerme".
Margot tiene misofonía, una disfunción cerebral que hace que los sonidos comunes produzcan una respuesta emocional intensa, como pueden ser la ira, el pánico, el miedo o la angustia.
En las personas con esta afección, la parte del cerebro que une los sentidos con las emociones, la corteza insular anterior, se encuentra muy activa y está conectada a otras partes del cerebro de una manera diferente a la de personas sin esta condición.
Los sonidos relacionados con la comida (masticar, sorber, tragar) son los más molestos.
También para Noel, que no soporta el ruido de alguien masticando papas fritas, un susurro, el clic de un bolígrafo o cuando teclean en una computadora.