Equipado con una gran torre de perforación y un moderno equipo de minería, en julio de 1974 un enorme e inusual barco zarpó desde Long Beach en California, Estados Unidos, hacia lo más recóndito del Océano Pacífico.
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La nave había sido diseñada para llegar hasta el lecho marino y acceder a una fuente de enorme riqueza en el fondo del mar.
Se lo consideró el paso más audaz en búsqueda de abrir una nueva frontera para la minería y de extraer por primera vez metales valiosos del suelo marino.
Pero en medio de todo el frenesí que generó la expedición, había un pequeño detalle: era todo una mentira.
En realidad se trataba de un complot diseñado durante la Guerra Fría que dejaría profundas huellas casi medio siglo más tarde.
El verdadero objetivo de los tripulantes del gigante barco era un submarino nuclear soviético que se había hundido seis años antes a más de 2.000 kilómetros de Hawái.