Una "isla" que no lo es.
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En la frontera entre Israel y Jordania, en la confluencia de los ríos Jordán y Yarmuk, se asienta uno de los territorios más peculiares del complejo entramado de las relaciones entre árabes e israelíes.
Hay allí un lago desierto, una extraña estación de ferrocarril abandonada y las viejas ruinas de una planta eléctrica que funcionó alguna vez.
También áreas de cultivo que riegan y siembran diligentemente jornaleros y familias israelíes que se han asentado por décadas en esa porción de tierra.
Es la llamada Isla de la Paz (Baqura, en hebreo), un espacio de seis kilómetros cuadrados que se ubica en la provincia jordana de Irbid, pero que habitan y cultivan desde hace cinco décadas los israelíes
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No es el único en estas condiciones: más hacia el sur está Tzofar (al Ghamr, en árabe) otro pedazo jordano de cuatro kilómetros cuadrados sobre el que también ejerce la propiedad privada Israel.
Tienen esa extraña condición desde 1994, cuando un tratado de paz firmado por los dos países determinó que el gobierno de Amán ejercería la soberanía sobre ellos, pero quedarían bajo arrendamiento israelí.
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Así por 25 años, cuando ambos países deberían renovar el acuerdo por igual lapso de tiempo.
Los términos del anexo al acuerdo de paz indican que el contrato de arrendamiento se extendería automáticamente a menos que una parte lo notificara un año antes de que terminara el plazo.