Esa noche del año 79 d. C., los habitantes de Pompeya y Herculano fueron a dormir con la muerte.
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El monte Vesubio despertó de su letargo y vomitó roca ardiente y ceniza hasta 20 kilómetros más allá de sus laderas.
Las poblaciones en sus cercanías quedaron sepultadas bajo un manto denso de piedra derretida.
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Unos pocos lograron escapar. Muchos de los que estaban aún despiertos intentaron buscar vanamente refugio.
Un grupo de ellos, unos 300, se escondieron en 12 cámaras frente al mar cerca de la ciudad de Herculano.