Las picaduras son molestas. Pero dependiendo de cuál, y especialmente de dónde, unas incordian más que otras. ¿Por qué?
PUBLICIDAD
Esa es la pregunta que se hizo Michael Smith, un doctor en neurobiología, después de que una abeja le picara en sus genitales. La picadura fue molesta, dijo, pero no tanto como lo que cabría esperar.
Así que quiso saber por qué una picadura en la mejilla, en la palma de la mano o en una axila resultan más incómodas que en una zona que se asume altamente sensible como los genitales.
Pero lo que hizo para averiguarlo fue un tanto peculiar. Tanto, que en 2015 su investigación les valió el premio Ig Nobel que otorga la revista satírica Anales de Investigaciones Improbables desde 1991 a los trabajos genuinos, revisados por pares y publicados en revistas científicas, pero que tienen algo de disparatados.
Como el del joven Smith, de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.
Un método poco ortodoxo
Para encontrar la respuesta, Smith eligió 25 zonas del cuerpo y las sometió a picaduras de abeja, uno de los insectos más comunes que infligen picaduras, durante 38 días. Cinco cada mañana a la misma hora y en la misma zona.
Para ello utilizó unas pinzas fórceps con las que sujetaba a la abeja por las alas y la presionada contra su piel mientras dejaba que el aguijón estuviera dentro de su cuerpo durante un minuto.