Cartagena, Colombia, abril de 1995. Ante un pequeño grupo de periodistas expectantes, el escritor Gabriel García Márquez define a la mexicana Alma Guillermo Prieto como "una de las diez mejores cronistas del mundo".
PUBLICIDAD
Lo hace durante el primer taller de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Y, desde entonces, miles de periodistas han pasado por la fundación y algunos de ellos han podido aprender la carpintería del oficio de la mano de la misma Alma Guillemoprieto.
También desde entonces la presencia en el periodismo y la cultura latinoamericanas de esta mexicana de 69 años no ha hecho sino crecer: este año ganó en España el premio Princesa de Asturias en Humanidades y ya probablemente esté entre los 5 mejores cronistas latinoamericanos de todos los tiempos, entre los cuales habría que incluir al propio Gabriel García Márquez.
Con una particularidad que la hace única: todas sus crónicas las ha escrito en inglés -no en español, su idioma natal-, desde que comenzó a escribir para el diario inglés The Guardian.
Luego pasó por las oficinas del Washington Post en la capital estadounidense y de Newsweek en Brasil. Finalmente decidió que las oficinas no eran lo suyo y empezó a escribir grandes reportajes para medios como The New Yorker y New York Review of Books, los que la darían a conocer.
Y todo empezó hace exactamente cuatro décadas, en 1978, cuando una joven que de niña soñaba ser bailarina de ballet llegó como curiosa a Nicaragua y salió, un par de años más tarde, como una reportera irreprochable.
Con Alma Guillermoprieto hablamos como parte del Hay Festival de Querétaro, en el que participa.
PUBLICIDAD
¿Por qué Nicaragua?
Porque me emociono muchísimo cuando vi las noticias de la insurrección que se estaba dando. Yo creo que para los latinoamericanos de cierta emoción ideológica y también de cierta época, Nicaragua fue la reivindicación de la tragedia de Chile.
Chile fue un golpe muy duro para todos los que teníamos inquietudes, digamos. Y Nicaragua se apareció como una cosa maravillosa, tenia mucho de ingenuidad, de candor, de un entusiasmo impresionante… Y fuimos muchos, no solo yo, los que acabamos en Managua aportando de una manera u otra. Y yo quise ir allá, ni siquiera a reportear, sino a ver cómo era eso.
También había cierta decepción con la Revolución Cubana, ¿no? Que vis viste de cerca porque incuso viviste en Cuba.
Si. Como que Nicaragua presentaba la posibilidad de ser una revolución sin las rigideces y los dogmatismos y las crueldades infinitas de la Revolución Cubana. También eso creo que fue muy importante para muchos que, con respecto a Cuba, teníamos una relación tremendamente conflictiva: de admiración por su postura frente a Estados Unidos y de rechazo frente a lo que significaba la vida de los cubanos en la isla.
¿Qué siguió después de Nicaragua?
Yo me pase cuatro años seguidos en Centroamérica. Llegué un año antes del triunfo Sandinista, a comienzos de la insurrección, y me quedé hasta un año después, trabajando como reportera.
Después me fui a El Salvador, entrando y saliendo de allí porque era muy difícil. Luego me contrató el Washington Post y estuve dos años en Washington. Después fui la corresponsal de Newsweek para Sudamérica en Rio de Janeiro.
Luego te fuiste para Colombia. ¿Por qué?
Justamente había renunciado a Newsweek. Había estado reporteado mi primer libro, "Samba", sobre una de las escuelas de Samba mas queridas, Estação Primeira de Mangueira, Yo sabia que no podía escribir en Rio porque no la sentía como un hogar. Me gustaba mucho Bogotá y me pareció que era un excelente lugar para escribir.
Ya había estado varias veces, había hecho buenos amigos, me fascinaba el clima. En esa época Bogotá era una ciudad… pues no provinciana exactamente, pero sí muy apartada del mundo. El narcotráfico había aislado tremendamente a la sociedad colombiana. Además las mejores historias siempre se cuentan en Colombia. Yo escuchaba fascinada por todo este delirio colectivo que es la historia colombiana.
Hubo muchos factores. Había muchos rumbeaderos, librerías. Era bonito.
Y te tocaron años terribles, ¿no? Cuando mataron a varios candidatos presidenciales y Pablo Escobar empezó todo lo del narcoterrorismo…
Me tocó una época terrible. Del 88 al 92 fue una época muy dura en al vida de Colombia. Y compartir eso creo que también me hizo parte de ese país. Cuando se comparten las cosas duras pues se forja solidaridad.
¿Hay algún país en América Latina que te hubiera gustado conocer más?
Em… ¡pues todos! (Risas).
Bueno, pero es que los conoces a todos…
Me falta el Caribe: República Dominicana, Puerto Rico, todo el Caribe. Y me faltan las Guyanas, que son como un hueco negro en la conciencia de toda América Latina…
Exactamente, como si vivieran a espaldas de… o mejor: nosotros vivimos de espaldas a ellas.
Más bien. Es extraordinario eso, porque son enormes, riquísimas en potencial e ignoradas totalmente.
Pero te diría que (me gustaría conocer más a) todos. El tiempo que pase en el Perú me parece poquísimo, Chile conozco muy poco. Yo viviría en Argentina feliz… De Brasil conozco Rio solamente. No, no hay un solo país de América Latina que no me hubiera gustado en ese momento conocer más.