La multitud está más silenciosa que de costumbre.
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En la audiencia semanal del Papa en la Plaza de San Pedro este miércoles, los turistas y peregrinos apenas llenaban la mitad de la explanada.
De hecho, era fácil llegar al frente para ver pasar a Francisco en su papamóvil.
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En su discurso, el Papa reflexionó sobre su reciente viaje a Irlanda.
El obispo de Roma explicó que su reunión con ocho sobrevivientes de abusos sexuales por parte de los sacerdotes dejó "un profundo impacto".
La audiencia fue, sin embargo, un sombrío recordatorio de que la noticia y el asombro que trajo el papado de Francisco están dando paso a dos batallas que, ahora, se están convirtiendo en una sola.
Las dos batallas
La primera de estas batallas enfrenta al Papa es contra quienes lo acusan de no hacer lo suficiente para enfrentar el abuso sexual de niños en la Iglesia.
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Los principales oponentes de Francisco en este caso son una coalición ad hoc de sobrevivientes de abuso, católicos enojados y líderes seculares, que creen que la Iglesia tiene demasiado poder sin control.
La segunda batalla ve al Papa peleando contra críticos conservadores católicos que lo acusan de diluir su fe: en particular, objetan sus movimientos para permitir que los católicos divorciados y casados tomen la comunión.