Algo que para muchos extranjeros puede sonar cuando menos paradójico, en Colombia es visto con relativa normalidad.
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Juan Manuel Santos, el presidente que logró poner fin al conflicto armado más largo de la historia, deja el poder con los índices de popularidad más bajos de los últimos tiempos.
El propio mandatario, que entregará la presidencia a Iván Duque este 7 de agosto, reconoció esta situación, aunque asegura que es un costo que paga feliz a cambio de la paz.
"En puertas de regresar a mi condición de ciudadano raso… la popularidad, esa caricia efímera para la vanidad, la sacrifiqué gustoso y la volvería a sacrificar a cambio de una sola de las vidas salvadas", afirmó enérgico el futuro expresidente en el discurso de apertura del nuevo Congreso el pasado 20 de julio.
Lo cierto es que Santos, tras ocho años de gobierno, deja la máxima magistratura de Colombia con márgenes de popularidad menores a los de casi todos sus predecesores inmediatos, según las encuestas que se publicaron en medios colombianos en los últimos meses.
Las cifras
El rechazo al presidente oscila entre el 61% (Invamer/Semana) y el 59%(Gallup), mientras que su antecesor -y mayor adversario político- Álvaro Uribe dejó la Casa de Nariño con el 74% de popularidad (Gallup).
Hace cuatro meses, la desaprobación a Santos llegó a su máximo punto: 73%.
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Según la encuesta de Gallup, en 2010 Santos se estreno en la presidencia con 83% de aprobación, este martes se retirará con apenas el 35%.
Invamer preguntó por la opinión actual de los colombianos sobre los últimos cinco presidentes de este país y Santos aparece con la mayor imagen desfavorable (61%), mientras Uribe es el único que logra la aprobación de la mayoría (54%).
El costo de la paz
La paz tiene un costo alto y Santos lo está pagando, señalan los analistas.
Los expertos consultados por BBC Mundo explicaron que una negociación tan larga y desgastante como la protagonizada por el gobierno y la guerrilla de las FARC en La Habana le pasó una factura alta al presidente.
"Nunca es popular ceder ante el enemigo, pero es parte necesaria de cualquier proceso de paz", señala el politólogo Fernando Posada.
El columnista añade que los diálogos de La Habana "fueron años largos de debate que también generaron frustraciones, desilusiones y desacuerdos".
"La polarización respecto a las negociaciones generó peleas muy profundas en el interior de la sociedad colombiana, a todos los niveles", añade Posada.