A principios de la década de 1990, la comunidad internacional, a través de lo que fue entonces la operación de mantenimiento de la paz más grande de Naciones Unidas, hizo un intento idealista de convertir un país roto y devastado por la guerra como Camboya en una democracia exitosa.
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25 años después, Hun Sen, el hombre que lideró el país antes de la llegada de Naciones Unidas, sigue en el poder y Camboya celebra unas elecciones que se ven como el final de ese sueño democrático.
Sophorn comprende el valor del voto libre. Sus primeros años los pasó en una comunidad de trabajo infantil durante el brutal régimen del Jemer Rojo en Camboya, cuatro años de terror en los que murieron unos dos millones de personas, incluido su padre.
Avanzó como pudo en la escuela después de que las fuerzas vietnamitas derrocaran al Jemer y ocuparan el país.
Entonces, en 1992, cuando Sophorn estaba en el último año de la preparatoria, los cascos azules de Naciones Unidas llegaron a Camboya.
El entonces joven estudiante entró en contacto con la misión internacional de mantenimiento de la paz por azar, tras usar su inglés rudimentario para ayudar a un funcionario de India y su esposa a comprar cosas en un mercado en la provincia rural de Prey Veng.
"Fue la primera vez que pude hablar inglés con un extranjero en mi vida", contó. "Me preguntó si me gustaría trabajar para la Untac (la Autoridad Transitoria de Naciones Unidas para Camboya)".
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Más de 20.000 soldados, policías y demás profesionales de todas las nacionalidades habían inundado Camboya, que básicamente llevaba aislada del resto del mundo desde 1975.
El contingente internacional estaba allí para hacer algo que Naciones Unidas no había hecho nunca: tomar el control del gobierno de un Estado independiente y organizar unas elecciones nacionales.
También tenía el objetivo de alcanzar un cese el fuego entre varias facciones en lucha, desarmar sus fuerzas y repatriar a miles de refugiados que languidecían en campamentos en la frontera con Tailandia.