A finales de 1988, el ex presidente de Rusia Boris Yeltsin —entonces alto funcionario del Partido Comunista de la Unión Soviética— llegaba a Managua con una trágica noticia para Daniel Ortega y los otros comandantes que lideraban la Revolución en Nicaragua.
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El mensaje era que la ayuda de la URSS, que había servido para dar un respiro económico aun país devastado económicamente y hacer frente a la guerra de la contrarrevolución financiada por Estados Unidos, se acababa.
Unos meses después, durante una reunión de países centroamericanos celebrada en enero de 1989 en El Salvador, Ortega accedió a impulsar una serie de cambios constitucionales y adelantar las elecciones en Nicaragua, que terminó perdiendo de manera abrupta contra Violeta Barrios de Chamorro.
Nicaragua era entonces parte del ajedrez de la Guerra Fría.