Jenny sentía tanto frío que le dolía la cabeza y no podía dormir.
PUBLICIDAD
Horas atrás, se había mojado la ropa y los zapatos cruzando, junto a su hijo y un coyote, el río Grande rumbo a Estados Unidos.
Los encontró de madrugada la patrulla fronteriza y en cuestión de diez minutos, recuerda, vivieron la experiencia más traumática de su viaje desde El Salvador el año pasado.
«Nos metieron en las hieleras» dice Jenny, quien prefiere no dar su nombre completo por seguridad.
La mujer de 36 años fue puesta junto a su hijo en una celda que describe como «helada, muy helada» bajo la custodia del servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
Se trata de centros de detención de corto plazo en las cercanías de la frontera suroeste entre EE.UU. y México donde las personas no deben permanecer más de 72 horas, según las directrices del gobierno.
Por años, sin embargo, organizaciones de derechos humanos han denunciado que los detenidos están allí por días e incluso meses, sufriendo temperaturas extremadamente frías y sin camas ni servicios sanitarios adecuados.
PUBLICIDAD
El gobierno estadounidense, por su parte, sostiene que la estancia de los detenidos no excede las 72 horas y que las temperaturas deben mantenerse «en un rango razonable y cómodo tanto para los detenidos como para los funcionarios», según un manual de estándares que el CBP hizo llegar a BBC News Mundo.
El término «hieleras» es usado comúnmente por migrantes latinos que han estado allí detenidos.
Pero es difícil saber exactamente cómo son las condiciones en esas celdas, de acceso generalmente se limita a detenidos y funcionarios.
«No pude dormir nunca»
Jenny cuenta que, apenas al llegar, les «quitaron todo»: los documentos de identificación de El Salvador, dinero y prendas de oro que había guardado por si tenía que venderlas para seguir el viaje. También un juguete del niño.
Pasaron casi cuatro días en el mismo cuarto con otras diez mujeres y sus hijos, describe.
«Nos dieron algo que parecía papel de aluminio como sábanas. Había colchonetas en el piso, delgaditas, como un plástico», recuerda.
La luz, blanca como de quirófano, estuvo encendida siempre.
La celda que describe Jenny coincide con una descripción hecha en 2016 por el Consejo de Inmigración Estadounidense (AIC, por sus siglas en inglés): «Por lo general, son cuartos pequeños con bancos de cemento y sin camas».
Los que llegan a estos centros son detenidos primero por la Patrulla Fronteriza a lo largo de la frontera bajo sospecha de actividad delictiva, entrada ilegal a EE.UU. o presencia en ese país sin un estatus legal migratorio.
Aunque también pueden ser trasladadas personas bajo la consideración de un agente en un puesto fronterizo.
La idea es que permanezcan allí por el menor tiempo posible, estipula CBP, mientras se procese su caso y se tome una decisión sobre cuál es el siguiente paso para el detenido.
La crisis de 2014
Los cuestionamientos sobre las condiciones de estas celdas se incrementaron a partir del año 2014 por causa de las oleadas de menores de edad indocumentados que llegaron a EE.UU., explica a BBC News Mundo Astrid Domínguez, directora del Centro de Derechos en la Frontera de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés).
«Ese año las denuncias no eran aisladas, empezamos a ver que había muchas personas detenidas bajo condiciones abusivas que incluyen la temperatura fría extrema», dice.
Domínguez ha visitado varias de estas instalaciones en nombre de la ACLU entre 2014 y 2016.
Describe haber visto a personas durmiendo en el piso arropándose con mantas isotérmicas y a «agentes usando una prenda más de ropa por encima del uniforme».
Imágenes
Fue en 2016, sin embargo, que unas imágenes captadas por cámaras de seguridad en uno de estos centros arrojaron pistas más visibles sobre lo que allí ocurría.
El servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos las hizo públicas después de que un grupo de migrantes demandara a CBP por las condiciones de su detención.
En las fotos aparecen mujeres, hombres y niños en celdas de inmigración en la ciudad de Douglas, Arizona, en septiembre de 2015.
Los migrantes, con asesoría legal de la ACLU y AIC, alegaron que fueron detenidos «en celdas sucias, heladas y sobre pobladas durante días».
Denunciaron también que les negaron atención médica apropiadas y artículos básicos de higiene, como jabón, pañales y suficiente papel sanitario.
El litigio todavía no termina, pero una orden judicial preliminar de diciembre de 2017 estableció que, en las celdas de Arizona, los detenidos deben tener acceso a colchonetas y artículos de aseo personal.
El propio gobierno, mediante la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de EE.UU., constató detenciones de más de 72 horas y en un reporte de 2016 recomendó a CBP «evaluar completamente los datos sobre la cantidad de tiempo que las personas permanecen bajo custodia».
¿Cómo están ahora?
El manual de estándares de detención de CBP es del año 2015, cuando Barack Obama era todavía presidente de Estados Unidos.
Pero hay quienes se preguntan si el endurecimiento en las políticas migratorias de Donald Trump ha cambiado en algo la operatividad de estos centros.
De momento no ha habido anuncios oficiales sobre este respecto, pero la muerte en mayo de una migrante centroamericana volvió a centrar la atención sobre las «hieleras».
Activistas denunciaron que Roxana Hernández, quien era seropositiva, enfermó tras pasar cinco días en un centro de detención de corto plazo en San Diego (California).
Allí, señalan los grupos, «Hernández sufrió frío, falta de alimentación adecuada o la atención médica necesaria, con las luces prendidas las 24 horas del día, bajo llave».
Pero las autoridades aseguraron entonces que la mujer recibió atención médica en cuanto la necesitó.