Si para tratar de intuir qué tanto pueden lograr las protestas que desde hace más de un mes sacuden Nicaragua ayuda acercarse a la rotonda Rubén Darío, en Managua, no es sólo porque este céntrico punto de la capital es escenario habitual de concentraciones en contra del gobierno.
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Hasta ahí volvieron a marchar el jueves centenares de personas exigiendo la renuncia del presidente Daniel Ortega, a pesar de que la noche anterior enfrentamientos con simpatizantes sandinistas en el occidente del país habían aumentado el número de muertos a 79.
Y en un país en el que durante mucho tiempo mucha gente no se atrevía a criticar públicamente al mandatario, el hecho de que la fuente dedicada al famoso poeta constantemente reaparezcan pintas que lo acusan de asesino también parece confirmar que muchos nicaragüenses ya perdieron el miedo.
Para alguien que como yo regresa a Nicaragua después de un largo tiempo, sin embargo, incluso más sorprendentes tal vez sean los pequeños puestos de venta de camisetas que operan a pocos metros de la rotonda, los que en un curioso guiño de la economía a los acontecimientos en estos días ofrecen casi exclusivamente playeras con los colores, símbolos y consignas de las protestas.
"Tenemos ‘Viva Nicaragua’, al 19 de abril, al Comandante Monimbó y ‘Que se rinda tu madre‘", se las describe a BBC Mundo María González, una de las vendedoras de las camisetas.
"Todo el pueblo las está comprando", asegura la mujer, de 44 años, quien dice alegrarse de poder "apoyar la causa" con su comercio, pero también confiesa haber encontrado en la combativa mercancía una forma de compensar por las malas ventas que han estado afectando a los comerciantes del Mercado Oriental, de donde viene.
Suena casi como si, al menos por el momento, el mercado se hubiera decidido a validar o al menos convivir con lo que en el inicio del Diálogo Nacional un obispo calificó de "revolución no armada" y el canciller nicaragüense denunció como un intento de golpe de Estado poco antes de la suspensión indefinida de esas conversaciones a mediados de la semana.
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Más cuando esa suspensión que se produjo porque mientras la denominada Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia -integrada por estudiantes, representantes del movimiento campesino, sociedad civil y sector privado- exigían discutir cambios en el sistema político, sus contrapartes del gobierno insistían en abordar un tema fundamentalmente económico: el fin de los bloqueos de carreteras.
"Desde el principio fue claro que había una insistencia por los temas económicos (de parte del gobierno)", le dice a BBC Mundo María Nelly Rivas, presidenta de la Cámara de Comercio Americana-Nicaragüense (AmCham) y una de las representantes del sector privado en el ahora suspendido diálogo.
"Pero la gravedad de lo que pasó aquí no te permite poner el tema económico por encima de los temas de justicia y democratización", agrega para explicar por qué, para sorpresa de muchos, los grandes empresarios nicaragüenses también terminaron defendiendo en la mesa de diálogo el derecho de los manifestantes a bloquear "pacíficamente" calles y carreteras.
"Represión brutal"
Sobre "lo que pasó aquí", sin embargo, los diferentes sectores representados en el diálogo tampoco se ponen de acuerdo.
Aquellos que demandan elecciones anticipadas o una salida inmediata de Ortega acusan al gobierno de una brutal represión y lo responsabiliza directamente por las "graves violaciones de los derechos humanos" denunciadas por una misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).