"Por la misma razón que vinimos, ahora nos estamos yendo".
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Sentado en una cómoda mecedora en el porche de su casa, Ernst* explica por qué sus amigos y familiares de la comunidad menonita se están desplazando de esta zona en el centro norte de Paraguay.
Mientras hablamos, sus hijos construyen la pared de un hangar que guarda inmensos tractores agrícolas y sus hijas y su esposa cosen y planchan ropa.
La casa, que no tiene colores ni decoración, está rodeada por un pastizal perfectamente cortado, varios ranchos con vacas y un sofisticado centro de acopio de leche.
"La comunidad siempre se está ampliando", continúa, en referencia a las familias menonitas, que tienden a multiplicarse.
"Por eso fue que vinimos acá, porque había poca gente y mucha tierra que en ese momento era barata; pero ya no, ahora es cara".
Ernst, como otros menonitas que hablaron con BBC Mundo, pidió no revelar su verdadero nombre ni publicar fotos que permitiesen identificarlo a él o a su familia.
No porque los menonitas, una secta cristiana ortodoxa con estrictos códigos de comportamiento, estén en contra de fotografiarse. Sino porque los menonitas de esta zona de Paraguay están bajo amenaza.