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El pequeño destello que desató la fiebre de oro en California

Hace 170 años, una casualidad desencadenó un enorme cambio en la costa oeste de Estados Unidos, en un territorio que hasta hacía poco había sido parte de México, y que lo convirtió para siempre en el “estado dorado”.

John Sutter tenía un sueño.

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De joven había dejado su Suiza natal, abandonando a su esposa y a una serie de acreedores, para buscar fortuna en el Nuevo Mundo.

Cruzando el continente norteamericano, se encontró con un grupo de misioneros y terminó en el territorio mexicano de Alta California, una de las áreas más fértiles de la Tierra.

Allá, no lejos de lo que hoy es Sacramento, Sutter comenzó a trabajar en el proyecto que esperaba que lo hiciera rico: New Helvetia (Nueva Suiza), un fuerte con tiendas y talleres, diseñado como la pieza central de una nueva y próspera comunidad agrícola.

Para 1848, Sutter ya llevaba en California casi una década.

En ese período, los colonos estadounidenses se habían separado del gobierno mexicano y el estado había sido ocupado por el ejército de EE.UU.

Pero el sueño de Sutter de construir una utopía pastoral remota todavía estaba intacto: incluso contrató a un hombre más joven, James Marshall, para que construyera un aserradero en el río cercano. Y fue Marshall quien primero encontró el oro.

 Estampilla conmemorativa mostrando el molino de Marshall
El molino que Sutter mandó a construir, como parte de su utopía pastoral, se convirtió en el lugar en el lugar "del descubrimiento que empezó la fiebre", como dice esta estampilla conmemorativa.

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