Si algo une a dos venezolanos es la salsa. Incluso a un chavista y un opositor.
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El barrio de San Agustín, que se eleva en un cerro sobre el centro de Caracas, es el escenario de una unión que, si uno atiende a la trifulca política, resultaría impensable.
Sin embargo, no es tan extraña.
Pedro García, alias Guapachá, es músico y en el salsero y afrovenezolano barrio de San Agustín dirige una escuela de percusión a la que asisten cinco días por semana una decena de muchachos del barrio en situación de vulnerabilidad por la violencia.
Y Leandro Buzón, músico frustrado y amante de la salsa, le ayuda.
Uno es chavista y el otro opositor. Uno es mayor y el otro joven. Y los dos quieren replicar su experiencia en un país dividido.