Karelys Sulbarán, empleada bancaria de 31 años, solloza, sentada en las bancas de un consultorio privado al sur de Maracaibo, en el oeste de Venezuela. Lucas Andrés, su primogénito, se aferra a su pecho tras sus primeras vacunas.
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El bebé nació a las 8:30 de la mañana del 2 de enero en circunstancias extraordinarias: su madre le dio a luz en una clínica del municipio San Francisco durante un colapso total de la electricidad.
"Se fue la luz cuando los doctores ya me habían abierto el vientre e iban por la parte del útero. Comenzó el ‘corre corre’ con la planta eléctrica de la clínica, que no arrancaba".
Tres enfermeras alumbraron su cuerpo con las luces de sus teléfonos celulares. Ella estuvo siempre consciente. Lloraba, asustada. Su tensión arterial —y la de su doctora de cabecera— subió a niveles de riesgo.
Treinta minutos después, volvió el servicio y los médicos pudieron culminar la intervención. Karelys se sabe afortunada: "Si no hubiese llegado la electricidad…".
Maracaibo es la capital de Zulia, un estado rico en petróleo, ganadería y comercio, y la zona más poblada del país con cuatro millones de habitantes.
Y también es una de las cinco regiones occidentales perjudicadas con constantes apagones, racionamientos y fluctuaciones de la electricidad.