Unas horas antes de su dramática entrega a la policía de Brasil, el sábado en la noche, el expresidente Luis Inácio Lula da Silva se dirigió a sus seguidores.
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El escenario de sus últimas palabras públicas antes de empezar a cumplir una sentencia de más de 12 años de cárcel por corrupción fue simbólico: la sede del Sindicato de los Metalúrgicos, la organización que presidió en los años 70 y donde lanzó su carrera política.
Acorde con el lugar, Lula empezó haciendo reminiscencia de sus logros como líder sindical, de las dificultades que enfrentó durante una crucial huelga y negociación con la industria automotriz, comparándolas con el momento por el que atraviesa actualmente.
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Explicó por qué acataría la orden de su arresto, contrario a los deseos de sus partidarios y de las múltiples oportunidades de pedir asilo en una embajada o un gobierno amigo.
-"Voy a enfrentarlos ojo a ojo, y voy a hacerles frente aceptando el cumplimiento de la orden".
-"Voy hasta allá para que sepan que no tengo miedo, que no voy a huir, para que sepan que probaré mi inocencia".
Lula expresó su respeto por las instituciones, pero no dejó de criticar el proceso por el cual estaba siendo condenado, ni la decisión de quienes lo juzgaron sin pruebas concretas.
-"Yo no estoy por encima de la Justicia. Si no creyera en la Justicia, no habría creado un partido político, habría propuesto una revolución en este país".
-"Creo en la Justicia. En una Justicia justa, en una Justicia que somete a votación un proceso basado en autos de procesamiento, basado en informaciones de las acusaciones, de las defensas, y en pruebas concretas sobre el ‘arma del crimen’".
