Bajo una pesada lámpara francesa del siglo XIX, uno de los peluqueros más famosos de Argentina, Oscar Colombo, alisa la extensión de pelo rubio que pondrá a una de sus clientas.
PUBLICIDAD
«La argentina quiere ser rubia porque está en una constante búsqueda de su pasado europeo«, le dice a BBC Mundo, al son de secadores de pelo y sprays fijadores.
«Porque nació así, porque se tiñó, porque se decoloró o por lo que sea; pero todas acá quieren ser rubias», asegura.
Colombo, cuya rutina se reduce a viajar y peinar mujeres por el mundo, tiene su peluquería en el elegante barrio de la Recoleta, en Buenos Aires, la ciudad a veces calificada como la «París latinoamericana». Son tres pisos de una casa —también francesa, también del siglo XIX— por donde desfilan las joyas de la ancha farándula criolla.
Entre risas, el estilista continúa: «Yo tengo un amigo francés, peluquero, que dice que le encanta venir a Argentina porque es el único país donde hombres y mujeres son de razas diferentes: ellas rubias, ellos morochos«.
En esta peluquería, en este barrio de edificios neoclásicos, uno no se siente en Argentina, un país latinoamericano con 25% de pobreza y corrupción endémica, que sin embargo fue rico y glamuroso a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Esto es Europa, piensa uno al estar ahí. «Y cuando la argentina busca ser rubia —interpreta Colombo— lo que pretende es revivir ese pasado, luchar por el país que alguna vez fuimos».
PUBLICIDAD
Una industria millonaria
Importantes figuras de la historia argentina son o fueron rubias en algún momento: el símbolo político Eva Duarte, Evita; la primera presidenta mujer, Isabel Martínez de Perón; la famosa presentadora y actriz Mirtha Legrand; la diva de la televisión Susana Giménez; la modelo Valeria Mazza, de quien se dice teñía el pelo de sus hijos. De rubio.
«Ser rubia en Argentina te da seguridad, te permite entrar cómoda a un lugar», dice Colombo.
Y Francisco Ingratta, maquillador internacional de la casa Dior, dice que «en el inconsciente colectivo el pelo rubio es el que garpa (el que paga, lo que está bien)».
Según una encuesta realizada en 2016 por la firma de cosméticos francesa L’Oreal (la más reciente que ha realizado), el 66% de las argentinas dice querer ser rubia.
Peluqueros, miembros del sector, académicos y feministas consultados por BBC Mundo opinaron que esa cifra no se aleja de la realidad.
El sondeo también encontró que Argentina es, entre las principales economías de la región, el país donde las mujeres tienen el pelo más largo y la mayor frecuencia de lavado. Seis de cada 10 argentinas cambian su color de pelo y cuatro de cada diez eligen hacerlo en peluquerías.
El 70% de las argentinas van a la peluquería regularmente, la mayoría de ellas a teñírselo, dice el mismo Beauty Report de L’Oreal.
Las peluquerías facturan una cifra similar al 1% del PBI argentino (US$600 millones al mes), generan 120 mil puestos de trabajo y reciben un tráfico de 250 millones visitas al año, según el mismo informe.
Y no todas esas peluquerías son «afrancesadas».
Un uniforme «heredado»
En una pequeña peluquería del centro de Buenos Aires, dos mujeres de edad que prefirieron no dar su nombre —»no estoy en edad para eso», dijo una— explicaron que teñirse el pelo es una forma de mitigar los gajes de la vejez.
«El rubio esconde la arrugas», aseguraron. «Y el clima de Buenos Aires, no sé si por la humedad o por la contaminación, oscurece el pelo, y por eso lo teñís, para mantener lo que sos originalmente«.
Debido a la importante ola de inmigrantes italianos, españoles, franceses, alemanes, polacos, austriacos y suizos, Argentina es probablemente el país con más rubios naturales de América Latina.
Después de EE.UU., acá se produjo el mayor fenómeno de inmigración en cuanto a la proporción de llegados y población que ya se encontraba en el territorio.
«Pero acá hay una tendencia a forzar el rubio, más allá de las naturales», dice Luciana Peker, feminista, periodista y escritora de varios libros sobre la mujer argentina.
«Y eso responde a la aspiración de los argentinos a ser el país más europeo de América, que en parte es cierto, pero a la vez niega las raíces afro y originarias».
La investigadora cita los estudios genéticos de Daniel Corach, de la Universidad de Buenos Aires, quien encontró que el 60% de la población tiene herencia amerindia en su composición biológica.
«La negación de la raíz morocha, mestiza, hace que la estética sea forzadamente blanca, rubia, lejana a nuestros orígenes», opina Peker.
«La mujer argentina, en general, va muy uniformada, es rubia, blanca, delgada, en un estereotipo muy fuerte, muy parecido a la Barbie, una muñeca, concesiva, manipulable y hecha para agradar», completa.
Nuevas generaciones
Todos los días de la semana, en varios canales de televisión se tramite un programa conducido por la hija de Mirtha Legrand llamado «Las Rubias + Uno», en el que cuarto rubias hablan de política o fútbol, de moda o valores, de viajes o farándula, y entrevistan a un invitado.
«Las mujeres no pueden vestirse de manera provocativa si quieren evitar los abusos sexuales«, sostenían en un reciente episodio.
Es la versión televisiva de la peluquería de Colombo.
Pero que en los medios de comunicación, la farándula y los mejores restaurantes de Buenos Aires predominen las rubias no quiere decir que así sea en todo el país.
«Nada de todo esto quiere decir que todas las rubias piensen así, que esté mal ser rubia o que la rubia no sea inteligente (…) No vamos a convertir un prejuicio en un nuevo prejuicio«, asegura Peker.
Y agrega que hoy en día «estamos viendo un cambio en las nuevas generaciones, que, con un feminismo muy enraizado, están rompiendo los moldes uniformes y defienden, por ejemplo, los cuerpos gordos».
Paralelo al auge de los movimientos feministas, desde los años 80 Argentina se ha «latinoamericanizado«, dicen los expertos consultados por BBC Mundo.
Se empezaron a notar problemas como la pobreza, la desigualdad, el narcotráfico; se disparó la migración de países cercanos. La cumbia se convirtió en música popular, se desarrolló una identidad del barrio popular (la villa) y símbolos latinoamericanos, como la boliviana Virgen de Copacabana, empezaron a ser venerados en masa.
«Tras la guerra de las Malvinas (1982), se empezó a ver con cierto rechazo algo que antes daba nivel, que era todo lo relacionado con Europa e Inglaterra», dice Susana Saulquin, socióloga e historiadora de la moda.
«Argentina siempre fue una gran seguidora de las modas, pero ahora las modas están perdiendo su lugar de privilegio y hay un emergente reconocimiento a la morocha y a tener un fenotipo propio», le comenta a BBC Mundo.
La peluquería de Oscar Colombo cada vez tiene más competencia. Y no todas son «afrancesadas».