A través de tres ventanucos estrechos con hierros oxidados los presos gritan a sus familiares que aguardan fuera.
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"¡Pronto estaremos juntos!", se oye desde fuera de la comisaría de Valencia, donde el miércoles murieron 68 personas en un incendio.
Los sobrevivientes esperaban este jueves el traslado a una cárcel y, mientras, hacían sus denuncias a gritos.
A Lisandro Herrera su abuela Ana lo vio por unos segundos, pero apenas lo reconoció. Sus cejas, habitualmente pobladas, habían desaparecido.
"Pero está vivo, eso es lo importante", dice Ana Herrera sentada en la acera, ya aliviada de ver que Lisandro no es uno de los muertos en un motín y posterior incendio en una comisaría de la ciudad de Valencia, en el norte de Venezuela.
Las circunstancias seguían sin estar claras y, sin una versión oficial de lo sucedido, a los familiares de los reclusos no les quedaba más que agolparse en los alrededores del retén policial.