Cuando David Herrada fue nombrado en 2017 cónsul de Bolivia en la ciudad peruana de Ilo, pensó que convertir aquel puerto en el principal punto de entrada y salida de productos de su país iba a ser una tarea simple.
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Después de todo, los bolivianos ya contaban con un trozo de costa a menos de 20 minutos en automóvil, una franja de cinco kilómetros de largo y menos de un kilómetro de ancho que Perú le cedió al país vecino en 1992 por 99 años: Bolivia Mar.
Los políticos de la época enumeraron las posibilidades del terreno. Se habló de terminales de carga, hoteles, fábricas.
El acuerdo fue firmado por el entonces presidente peruano, Alberto Fujimori, y su par boliviano, Jaime Paz Zamora, cuya imagen dentro del agua con los pantalones remangados aún es usada por simpatizantes y detractores de la idea.
La concesión, se decía, serviría para reducir los lazos comerciales con los puertos chilenos de Iquique y Arica, por donde Bolivia ingresa y despacha la mayor parte de su mercadería, y dejar atrás por fin la paradoja de que su acceso al océano dependa del país que se quedó con sus provincias costeñas tras la Guerra del Pacífico (1879-1884), en la que Bolivia y Perú se enfrentaron a Chile.
Pero, poco después de instalarse en su nueva oficina, Herrada se dio cuenta de que sus expectativas no iban a cumplirse.
Y de por qué, 26 años después, en Bolivia Mar no había más que un desierto.
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Dos mujeres
Al sur de la Costanera, la carretera que recorre el litoral peruano, hay un cartel verde con letras blancas que invita a seguir de frente para llegar a la ciudad de Tacna, en la frontera con Chile, o a doblar a la derecha y tomar un camino de tierra para acceder a Bolivia Mar.
Bolivia y el mar aparecen juntos en el letrero, pero llevan 139 años separados.
Cada 23 de marzo, el país celebra el Día del Mar para recordar la pérdida del litoral ante Chile, al que esta semana le reclama en la Corte Internacional de Justicia de La Haya que se siente a negociar una salida soberana al Pacífico.
Autoridades peruanas y bolivianas realizan en esta fecha actos simbólicos frente a lo único que alguna vez llegó a construirse en Bolivia Mar: una escultura de 21 metros, hoy tan oxidada que se le han desprendido varios trozos.
Tiene la forma de dos rostros de mujer, uno que mira hacia Bolivia y el otro, hacia el Pacífico.