«Mi hijo cometió un delito, pero merece una segunda oportunidad».
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Son palabras de Silvia Vargas, madre de Víctor Parada, un boliviano de 30 años condenado a la horca en Malasia por tráfico de drogas.
La última vez que Silvia supo de Víctor fue el pasado 5 de enero, cuando él llamó y le dijo resignado que había sido condenado: «Mamá, no lo logramos, por favor cuida a mi hijo, dile que lo amo«.
Ese mismo día, una corte de Malasia lo había sentenciado a morir en la horca, culpable de entrar a ese país con 450 gramos de cocaína en su estómago.
En Malasia, el castigo para este delito es la pena de muerte. La sentencia, sin embargo, no indica cuándo sería ejecutada.
Desde esa llamada se ha agudizado el calvario para Silvia, quien vive en España y trabaja ocasionalmente como aseadora, cocinera y cuidando ancianos.
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En busca de mejores oportunidades
Víctor Paredes es de Mineros, una población a unos 80 kilómetros al norte de Santa Cruz de la Sierra.
En 2003, su madre se lo llevó a España, donde ella había emigrado en 2002 en busca de «mejores oportunidades» para sus hijos. Ahí Víctor fue al colegio y estudió carpintería.
Según le cuenta Silvia a BBC Mundo, Víctor logró salir bien librado al menos dos veces de controles de la policía en los que le pedían papeles, pero a la tercera vez fue arrestado y deportado a Bolivia.
De vuelta en Mineros, Víctor trabajó como carpintero, en la zafra en un ingenio azucarero y como soldador.
En 2012, trabajando como soldador, Víctor sufrió un a accidente con el que perdió parte de dos de sus dedos de la mano derecha.
Dos años antes, había tenido un hijo a quien hoy su abuela Silvia trata de ocultarle como puede lo que realmente le está ocurriendo a su padre.
«Él no sabe, pero un día me vio llorando en la televisión y comenzó a hacer preguntas», relata Silvia. «Le tuve que decir que fui a la televisión a pedir que le dieran la bicicleta que él quiere».
«Nunca me dijo nada»
La madre de Víctor dice que no sabe exactamente las razones por las cuales decidió viajar con droga a Malasia, pero supone que la falta de dinero y las dificultades para trabajar lo llevaron a una situación desesperada.
Ha escuchado comentarios de que un hombre sudafricano le prestó dinero a Víctor y como no pudo pagarle, la única opción que le dio para saldar la deuda fue que llevara droga a Malasia.
«Nunca me dijo nada. Solo sé que le pidió a una amiga que por favor le cuidara a su hijo porque tenía un viaje de trabajo, que tardaría unos 20 días».
Tres días después de su partida, el 27 de octubre de 2013, Silvia recibió la llamada de otro de sus hijos, en la que avisaba que Víctor estaba preso en Malasia.
A partir de ese momento, Silvia comenzó a averiguar qué sucedía, al tiempo que, según narra, comenzó a recibir llamadas en la que le pedían dinero a cambio de perdonarle la vida a Víctor.
«Pensé que estaba secuestrado o que se lo había llevado un grupo terrorista», cuenta. «Ni siquiera sabía si estaba vivo».
Pasaron 33 días sin que Silvia tuviera noticias de su hijo, hasta que un día recibió una llamada. Era él confirmándole que estaba detenido.
Silvia acudió a la Embajada de Malasia en España y a las autoridades en Bolivia en busca de ayuda.
Junto a su familia, reunió el dinero para pagar el abogado que lleva el caso de Víctor.
Durante estos cinco años, Silvia conversaba con su hijo cada 2 ó 3 meses en breves llamadas en las que Víctor «hablaba poco». «Solo me decía que estaba tranquilo».
Una esperanza
Como parte del proceso, en diciembre pasado, Silvia viajó a Kuala Lumpur para testificar durante una de las audiencias en la corte.
Ahí pudo ver a Víctor junto a otros presos.
«Se arrodilló y me pidió perdón», cuenta Silvia. «Me dejaron abrazarlo y luego se lo volvieron a llevar».
Esa fue la última vez que Silvia vio a su hijo, lo siguiente fue la llamada del 5 de enero en la que le contaba de su sentencia.
En este momento su esperanza está en la Cancillería de su país, que este domingo anunció que la encargada de negocios de Bolivia en Japón «se está trasladando hasta Malasia» para hablar con Víctor y «con los abogados de manera directa para ver las viabilidades jurídicas».
Según un comunicado de la Cancillería, en casos como éste, existe el recurso de apelación. «Existen varias posibilidades, pero queremos tener las precisiones que las veremos con el abogado que está llevando el caso de manera directa».
Por su parte, Silvia planea volver a Malasia pero debido a los «gastos exorbitantes», no sabe si podrá ir.
Mientras tanto, confía en que Víctor pueda salir libre y recibir la segunda oportunidad que ella considera que se merece.
«Es una persona de bien. Sé que quiere salir y ayudar a personas que pasan por una situación como la de él».
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