El español tiene su propio ritmo, su música particular. Y no nos referimos a las canciones o a estilos como el tango, la bachata o el flamenco. Es el modo en que hablamos lo que posee una melodía única y característica. Y es grave. O llana.
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En lingüística, esa cadencia se llama prosodia y viene del griego clásico.
En un principio se empleaba para referirse a una canción acompañada de música instrumental; en la actualidad se usa en los estudios fonéticos y fonológicos de los idiomas.
"La prosodia tiene que ver con los fenómenos de entonación", señala Lola Pons, profesora de Lengua Española de la Universidad de Sevilla, en España, y autora del entretenidísimo "Una lengua muy larga", un libro repleto de historias curiosas sobre el español.
Es por la prosodia por lo que cuando nos encontramos en un país extranjero muchas veces podemos reconocer a un compatriota sin llegar a oír lo que dice, simplemente por la musicalidad que destila su manera de hablar.
Y al revés: salvo en contadas ocasiones quienes aprenden un segundo idioma pueden desprenderse de la entonación y el ritmo característicos de su lengua materna. Por eso hablan con "acento".
La penúltima sílaba
Los hispanohablantes, en lo que a prosodia se refiere, tenemos un rasgo en común: todos hablamos llano. En sentido literal. Porque la inmensa mayoría de las palabras que componen el castellano son llanas, es decir, al pronunciarlas las acentuamos en la penúltima sílaba.