David y Louise Turpin están acusados de mantener a sus 13 hijos encadenados en su casa de California, Estados Unidos, entre otros cargos de abuso.
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Las acusaciones de tortura parecen imposibles de entender si se las comparan con las fotos familiares que se publicaron en la prensa y que muestran al grupo sonriente en lugares como Disneyland.
Los Turpin se declararon no culpables en el tribunal de Riverside, ante el que comparecieron este jueves.
La BBC consultó a expertos en abuso infantil, psiquiatría y psicología para saber cómo los padres son capaces de maltratar a su propia descendencia.
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¿Qué tan inusual es encerrar a los propios hijos?
El caso de los Turpin es extraordinario por numerosas razones, pero particularmente porque las acusaciones son contra dos padres que tuvieron varios hijos juntos.
El profesor Kevin Browne, director del Centro de Psicología Forense y Familia de la Universidad de Nottingham, Reino Unido, dice que es más común ver casos en los que hay un solo niño y los padres no pueden lidiar con él, por lo que la situación se sale de control.
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Mientras que el doctor Bernard Gallagher, experto en protección infantil de la Universidad de Huddersfield, Reino Unido, opina: «Veo muchos casos de negligencia, en los que los niños no son higienizados o alimentados adecuadamente, pero a menudo no se presentan casos de niños torturados, donde el abuso parece calculado».
¿Pueden los padres operar como un equipo abusivo?
«Cuando dos personas trabajan juntas, se apoyan mutuamente y su comportamiento se vuelve normal para ellas«, dice Coral Dando, profesora de psicología de la Universidad de Westminster en Londres.
«Se comportan de una manera que nunca lo harían individualmente».
Sin embargo, un integrante de la pareja también puede ser controlado y dirigido por el otro, agrega.
«Tendemos a pensar que las mujeres son obligadas a actuar por un hombre, porque esto más común, pero no siempre es cierto».
¿Cómo puede escalar el abuso?
Al anunciar los cargos contra los Turpin, el fiscal del distrito local Mike Hestrin dijo que los malos tratos parecían haberse intensificado con el tiempo.
«Lo que comenzó como negligencia se convirtió en abuso infantil severo, generalizado y prolongado«, dijo.
La hermana de Louise Turpin, Elizabeth Jane Flores, dijo al programa Good Morning America de la cadena estadounidense ABC que visitó a la familia hace 20 años y no vio señales específicas de abuso, aunque notó que su estilo de crianza era estricto.
El profesor Browne dice que una situación puede empeorar repentinamente porque los perpetradores quieren ocultar un secreto familiar, tal vez en relación con un abuso.
«En algún punto, se vuelve fuera de control, física y socialmente, y ellos (los padres) tienen que controlar la libertad de movimiento para que la información no se pueda compartir», dice.
La doctora Eileen Vizard, psiquiatra consultora de niños y adolescentes del Instituto de Salud Infantil Great Ormond Street, de Reino Unido, analiza: «No puedo comentar específicamente sobre casos actuales o del pasado, pero basándonos en la evidencia de la investigación publicada y mi experiencia clínica, casos de abuso extremo a menudo involucran a niños que están escondidos pero a ‘vista'» de todos.
«Pueden vivir con sus familias, pero no tienen acceso a personas externas, como profesionales o compañeros de juego», explica.
«Esto significa que padres o cuidadores abusadores no conocen las consecuencias de sus crueles comportamientos hacia los niños y a su vez los niños nunca experimentan la vida de un adulto común que no sea abusador».
Esto, a su vez, puede crear una relación que tiene algunos elementos del síndrome de Estocolmo, cuando las personas secuestradas se identifican con el secuestrador para asegurar su propia supervivencia.
«Algunas víctimas pueden identificarse estrechamente con los padres abusadores a quienes, paradójicamente, pueden sentir muy protectores», dice la doctora Vizard.
¿Cómo los padres abusivos pueden reconciliar los dos lados de sus vidas?
El profesor Browne dice que la doble vida «puede ser indicativa de un desorden de personalidad, donde, por ejemplo, un hombre de familia parece ser dulce fuera de la casa pero es un tirano a puertas cerradas».
Vizard explica que «hay mecanismos mentales, como ‘división’ y ‘proyección’, que todos usamos para ignorar aspectos de nuestro propio mal comportamiento o para atribuir nuestra mala conducta a los demás como su culpa. Las víctimas infantiles suelen, a su vez, sentir que ‘todo es su culpa'».
A veces las personas también pueden usar una versión distorsionada de la religión para justificar sus acciones, dice Gallagher, ya que pueden convencerse de que un niño es malvado.
¿Cómo se pueden desconocer tales niveles de abuso?
La profesora Coral Dando, exoficial de policía que también estudió casos modernos de esclavitud en su vida académica, dice que incluso cuando las víctimas tienen algún contacto con el mundo exterior, el miedo puede evitar que busquen la libertad.
«Por ejemplo, las víctimas de esclavitud moderna van a trabajar todos los días. Interactúan con el público en general y no le cuentan a nadie de su situación, incluso le dan su dinero a sus abusadores. Así es como se las controla: mediante amenazas y manipulación», explica.
En el caso de los Turpin, los niños parecen no haber tenido acceso a ayuda externa.
No asistieron a la escuela y, en cambio, el padre de la familia registró un colegio privado en la casa.
La doctora Danya Glaser, psiquiatra de niños y adultos en Londres, dice que la educación en el hogar puede llevar a que los niños salgan completamente del radar social.
«No hay nada malo en la educación en el hogar, pero cuando no hay inspecciones, básicamente se puede terminar con ‘niños ocultos'», analiza.
Uno de los vecinos de Turpin le dijo al canal de noticias estadounidense NBC que veían a los niños a través de las ventanas superiores, a altas horas de la noche, haciendo fila durante horas.
Por su parte, la doctora Glaser opina: «Si sabes que hay niños que viven al lado de tu casa y nunca los ves o sus comportamientos son muy extraños, eso debería llamarte la atención».
Según ella, las personas no deberían tener miedo a expresar sus preocupaciones, a través de la policía, las autoridades locales o una organización benéfica de abuso infantil.
«No tiene que ser una denuncia, puede ser solo registrar una preocupación. Eso es algo que todos podemos aprender de esto».
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