Catalina Álvarez estaba en la fábrica de ropa de su padre, cuando de pronto vio una caja con retazos de tela brillante y colorida en la basura.
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En ese momento se le ocurrió que con esos pedazos de género podía hacer un negocio.
"Para mi fue como decir ‘¡guau! encontré un tesoro’, porque sabía todo lo que podía hacer con esas pequeñas piezas de tela".
Entusiasmada con la idea, la estudiante de diseño en la ciudad de Medellín, llamó a su amiga Mariana Hinostroza para explicarle su idea.
En poco el tiempo las dos estaban sentadas en la máquina de coser de la abuela de Catalina, convirtiendo los pedazos de tela en bikinis.
Era el 2003 y las jóvenes tenían 22 años. Hoy, la empresa que fundaron, Agua Bendita, exporta los coloridos trajes de baño a 60 países, con ganancias anuales de US$7,5 millones.