"Algo que se me clavó en la memoria es la descripción de lo que le pasó a una prisionera que había quedado embarazada de uno de los guardias", me dice Thomas Buergenthal.
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"Una de las técnicas que usaron (los guardias) para deshacerse del bebé fue ponerle una tabla sobre su vientre y saltarle encima hasta que el bebé murió".
Buergenthal habla de los campos de prisioneros políticos en Corea del Norte.
"Pasan otras cosas terribles, pero esta en particular es muy difícil de describir", me cuenta.
Sus palabras resuenan de una manera singular por su propio pasado, por su historia personal.
Fue sobreviviente del Holocausto: pasó por dos campos de concentración nazis, el de Auschwitz y el de Sachsenhausen.
Además, durante diez años fue uno de los jueces de la Corte Internacional de Justicia en La Haya, el principal órgano judicial de las Naciones Unidas.
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"Me estremeció que algunas de las cosas que suceden en los campos de prisioneros de Corea del Norte son incluso peores de lo que recuerdo de los campos de concentración alemanes", indica.
La diferencia
"Pero si los campos de concentración nazis fueron absolutamente horribles e inhumanos ¿qué le hace decir eso?", le pregunto.