Cuando vi con emoción un puesto de empanadas y jugos de fruta (donde además se sacaban fotocopias), comprendí que había vuelto.
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Era mi tercer día en Bogotá y ya había encontrado una de las cosas que tanto extrañé en mis tres años en Miami.
No digo que no se consiga una empanada en territorio estadounidense, pero está claro que allá la comida rápida es mucho más fácil de encontrar (y pagar) que los bocados tradicionales con los que los latinoamericanos crecimos en nuestros países.
Sean un taco de carrito en México, una arepa colombiana o venezolana vendida en un quiosco, una salteña boliviana, un ceviche peruano, una pupusa salvadoreña o una empanada en sus múltiples versiones y nacionalidades.
Nuestra comida "al paso" puede parecer un detalle menor en la vida de un migrante, pero me animo a decir que para muchos latinoamericanos no lo es.
Por lo menos no para mí, que me sentí dichoso por reencontrarme con ella al poco tiempo de aterrizar en Bogotá proveniente de Miami.
Contrarruta
Está bien instalada la idea de que son millones de personas de Centro y Sudamérica las que aspiran con alcanzar al "sueño americano".
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Las historias de familiares o amigos que deciden tomar ese camino se multiplican entre nosotros.
Los hispanos son la población que en promedio más crece en Estados Unidos, incluso más que los propios estadounidenses, de acuerdo al instituto Pew Research Center, con sede en Washington.
Más de 58 millones de latinos viven en Estados Unidos.