Bajo el ardiente sol de una tarde de agosto, Vladimir Voskresensky camina con sus grandes zancadas por la calle Octubre 50, señalando lugares que le son familiares en la pequeña ciudad donde pasó algunos de los mejores momentos de su vida.
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"Ahí está la panadería a donde solía ir en mis descansos a comprar panecillos", dice.
"En la puerta de al lado quedaba el sastre donde se exhibía lo que estaba a la moda. Y ahí está el salón de deportes a donde acostumbraba ir después del trabajo".
Estamos pasando por filas de edificios de la era soviética; se ven ventanas abiertas, techos caídos y entradas llenas de maleza.
El ambiente es tranquilo y terriblemente silencioso. Pero Vladimir muestra los lugares familiares y, al hacerlo, pareciera conjurar los espíritus del pasado y hacer que la ciudad fantasma de Kadykchan vuelva lentamente a la vida.
Vladimir ha vivido en la región de Magadan en el Extremo Oriente ruso toda su vida.
La historia de su familia es típica de esta vasta y remota área, un lugar tan lejano que la gente aquí se refiere al resto de Rusia como "el continente", "la tierra firme".
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Trabajo forzado
En 1938, su padre, Mijaíl, quien procedía de un lugar cercano a Moscú, fue enviado a un campo de trabajo forzado aquí para cumplir una sentencia de cinco años por un delito criminal menor.
"Nunca habló mucho sobre eso, pero sé que se escapó de que le dispararan dos veces porque era un buen trabajador".