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Luego de pasar la mitad de su vida sin luz eléctrica, la llegada de la energía le ha cambiado la rutina a María Teresa Aguilar. “Puedo oír las noticias en un pequeño radio, ya no tengo que salir cada tres días a cargar el celular a otra finca que tenga luz y lo mejor de todo es que ya no vivimos en las tinieblas como era antes”, dice la mujer mientras cuela el café a PUBLIMETRO.
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Llegar a la vereda Las Mercedes, jurisdicción de Piojó, donde vive María Teresa con su esposo Rafael García no es fácil para quienes no cuentan con un caballo, burro o mulo. Una hora toma llegar desde Barranquilla a Piojó y de allí se viaja 25 minutos en moto por una trocha que hace parte de una vía que quedó inconclusa, que tuvo por nombre carretera La Quemada. La moto tiene que quedarse estacionada junto al arroyo que baja del cerro de La Vieja y los visitantes deben caminar, en algunos tramos, sobre el fango en época invernal, hasta llegar, en otros 20 minutos más, a Las Mercedes. “En estos lugares retirados y olvidados del mundo es donde la gente más necesita que llegue la energía”, cuenta Tomás De la Hoz, docente Ciencias Naturales y uno de los gestores locales del proyecto apoyado por la Gobernación desde el 2010 en Usiacurí y Piojó.
Allí el caserío circundado por cerros de exuberante vegetación cuenta con unas 12 parcelas, cada una de 14 hectáreas espaciadas, entre sí, donde se cría ganado, cerdos, chivos, pollos y patos y se cultiva maíz, yuca, auyama, sorgo, plátano y todo tipo de vegetales de pan coger. “Hasta acá las empresas de energía nunca llegaron. Para ellos les resulta un gasto muy grande meter cables y postes por los cerros, por eso pensamos en los paneles como una solución”, explica De la Hoz.
Según cifras del El Instituto de Planificación y Promoción de Soluciones Energéticas para las Zonas No Interconectadas – IPSE cerca de un millón 400 mil colombianos a lo largo y ancho del territorio nacional pertenecientes a comunidades indígenas o zonas alejadas y regiones apartadas, selváticas y de difícil acceso, no cuentan con energía eléctrica. De esa población alrededor de 100 mil personas pertenecen al departamento del Atlántico. “Queremos mostrar que sí es posible con planeación vivir de la energía solar como recurso autosostenible para gente”, resalta De la Hoz.
Sin pagar factura
Para estos agricultores y ganaderos es un beneficio que ahora puedan contar con la luz de un bombillo en las noches, encender una licuadora o un taladro, ver el noticiero por televisión y poder disfrutar de la brisa de un abanico gracias a la energía solar. “Nosotros antes en las noches todo era a punta de mechón y lamparitas y ahora se prende un bombillo allá en el establo y se cierra la puerta de los animales para no se salgan y eso es un avance para la labor. Además no llega el recibo de la luz”, dice el labriego Manuel Peña de 84 años en medio de risas.
Las plantas solares que entrega la Gobernación de forma gratuita, según un censo de habitantes y por la misma petición de la comunidad ante la Secretaría de Infraestructura cuentan con un convertidor de 800 watts, un regulador de 30 amperios, dos baterías de 100 amperios hora de 12 voltios, dos paneles solares de 145 vatios cada uno. “La duración de la energía en la vivienda depende de si el día está nublado o no. La planta cuenta con 290 watts de potencia para un consumo doméstico 700 watts, que según su uso, pueden durar de tres a cuatro horas de energía continua. Todo se debe usar según esté cargado el sistema”, señala De la Hoz.
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Vida recargable
Acostumbrarse a una vida al estilo “recargable” es la forma como el sistema de paneles solares se ha adaptado a las funciones de la parcela. En el día las dos baterías recargables se alimentan de dos paneles ubicados en una base de cemento que se elevan a una altura de cuatro metros sobre la vivienda, pero, siempre y cuando, las baterías estén cargadas la electricidad puede usarse a cualquier hora del día. “En muy raras ocasiones se me han descargado las baterías e incluso hubo tres días de lluvia seguidas y yo siempre tuve energía porque la usamos para lo necesario”, indicó María Teresa.
Otros usuarios, como el ganadero Eraus Martínez prefieren ahorrar la energía de las baterías para no perderse eventos importantes como los partidos de la Selección Colombia. “Yo dejo reposar las baterías para solo para ocasiones especiales como cuando juega el tricolor que con todos los campesinos detenemos el oficio para ver los partidos y no me pierdo los noticieros para saber cómo anda el mundo”, agrega Martínez.
Lo que falta
Aunque se sienten afortunados de no tener que lidiar con los cortes de energía que afectan a la región Caribe, el sueño del profesor De la Hoz y de los usuarios de los paneles solares es que el sistema en Piojó, Usiacurí y en la vereda Las Mercedes pueda crecer en más paneles para que los labriegos accedan a tener una nevera en sus viviendas. “Lo que más extrañamos es poder contar con un poco de hielo para guardar las carnes y queremos que ese progreso también nos llegue”, concluyó Manuel Peña.
La Secretaria de Infraestructura del Atlántico, Mercedes Muñoz, anunció que este proyecto tendrá otras tres etapas para llevar energía solar a otras 176 familias de zonas rurales del departamento.