Cali, reconocida como una de las ciudades más biodiversas de Colombia, se convirtió esta semana en el epicentro de un evento histórico: la primera Semana de la Biodiversidad, una iniciativa que surge tras la COP16 y que cuenta con el aval de la ONU, en alianza con la Cámara de Comercio de Cali.
La capital del Valle del Cauca se proyecta así como una vitrina de innovación y sostenibilidad, donde más de 60 emprendedores verdes participan en el Circuito de la Biodiversidad, demostrando que es posible hacer empresa cuidando el planeta, generando oportunidades y fortaleciendo la identidad cultural.
Biodiversidad, cultura y paz: Cali se proyecta como laboratorio vivo de sostenibilidad en Colombia
Durante dos jornadas, 30 emprendimientos rotan cada día, ofreciendo un recorrido por propuestas que unen creatividad, tradición y compromiso ambiental. Allí se destacan iniciativas como Lyssy Natural – Medicina Ancestral, que rescata saberes tradicionales en la cosmética; Oriundo – Cocina y Despensa Saludable, que reivindica bebidas como el viche; Taia – Moda Circular con Impacto Social, que reutiliza materiales textiles y brinda empleo a mujeres; y Herencia Guapireña, que rescata sabores afro del Pacífico.
El chontaduro, fruto insignia de la región, también se hace protagonista en Chonta Plaza, un emprendimiento que transforma este alimento en propuestas innovadoras que promueven el comercio justo.
Más allá del circuito empresarial, el evento abre un espacio para reflexionar sobre cómo la biodiversidad, la cultura y la paz se entrelazan en los territorios más golpeados por la exclusión y el conflicto armado. Dos voces representativas de esa transformación compartieron su experiencia: Josefina Klinger, ambientalista y directora de la Corporación Mano Cambiada en Nuquí, y William Vargas, botánico huilense que ha trabajado en procesos de restauración ecológica con excombatientes.
Josefina Klinger: “La naturaleza es un activo, no un obstáculo”
Desde Nuquí, Chocó, Josefina Klinger ha liderado un modelo comunitario que combina el turismo sostenible con la defensa de los ecosistemas y la cultura local. Para ella, la biodiversidad no es solo paisaje, sino capital natural y cultural que puede transformar la vida de las comunidades.
“En los territorios periféricos donde la naturaleza está en buen estado, las comunidades han estado rezagadas en infraestructura y atención. Nos tocó preguntarnos cómo pasar del paradigma de la pobreza a reconocer que la naturaleza y la cultura son activos. El dinero es necesario, pero no puede ser el centro. Debe ser solo una herramienta”, explica.
Klinger recuerda la amenaza que vivieron en su territorio con el proyecto de un puerto que pretendía intervenir más de 1.500 hectáreas de manglar. “Eso nos enseñó que el modelo de desarrollo no puede ser homogéneo. Colombia debe desaprender la idea de que todo necesita cemento. La biodiversidad es el centro, y a partir de allí construimos un modelo de gobernanza que hoy permite que familias pasen de la subsistencia a facturar más de 400 millones al año”, agrega.
Para la ambientalista, el gran desafío es romper la asociación entre biodiversidad, pobreza y peligro. “Las ballenas jorobadas recorren 8.000 kilómetros y eligen nuestro Pacífico por sus condiciones naturales. Eso demuestra que el camino está allí, pero nuestra autoestima está rota y seguimos imitando modelos de desarrollo que comprometen agua, alimentos y cultura. Necesitamos inversión que permita a las comunidades no vivir en incertidumbre y transitar hacia un desarrollo con amor por la naturaleza, no desde la rabia ni la violencia”.
William Vargas: “Sembrar árboles fue también sembrar paz”
El botánico huilense William Vargas lideró un proceso innovador de viveros comunitarios con excombatientes de las FARC, en el marco del posconflicto y con el acompañamiento del PNUD y la Corporación Países Rurales. Su apuesta fue vincular la restauración ecológica a la resocialización de quienes dejaron las armas.
“El objetivo era encontrar un conector entre la paz de Colombia y la paz con la naturaleza. La mayoría de los exguerrilleros eran campesinos: conocían los ecosistemas y el monte, pero desde la guerra. Decidimos transformar esas habilidades en acciones de conservación y restauración”, explica.
Así nació una red de más de 20 viveros en Caquetá, Putumayo, Meta y Guaviare, donde participaron más de 2.500 personas entre excombatientes, campesinos, comunidades indígenas y afrodescendientes. “No se trató solo de producir plantas, sino de crear estrategias de restauración en territorios afectados por minería, agricultura extensiva o rupturas de oleoductos. Fue un proceso de apropiación del territorio y de construcción de nuevas identidades ligadas a la conservación”.
Aunque el proyecto formal terminó, muchos viveros siguen en funcionamiento y se fortalecieron las escuelas de restauración. Para Vargas, este tipo de iniciativas demuestran que la biodiversidad puede ser un puente de reconciliación.
“Sembrar árboles fue también sembrar paz. La restauración ambiental nos permitió conectar el conocimiento científico con la experiencia campesina y la necesidad de reintegración social. La naturaleza se convirtió en un lenguaje común entre comunidades que antes estaban divididas por la guerra”.

Cali, laboratorio vivo de sostenibilidad
La Semana de la Biodiversidad no solo visibiliza emprendimientos, también dialoga con estas experiencias comunitarias que muestran cómo la economía verde, la cultura y la paz están interconectadas. El alcalde Alejandro Eder destacó que Cali busca posicionarse como “una ciudad biodiversa, innovadora y sostenible, capaz de proyectarse internacionalmente”.
Los testimonios de Klinger y Vargas refuerzan esta visión: mientras en el Pacífico la comunidad de Nuquí defiende la biodiversidad como motor de identidad y desarrollo, en el sur del país los viveros con exguerrilleros muestran que la paz también se construye sembrando árboles y restaurando ecosistemas.
Con esta apuesta, Cali reafirma su papel como referente nacional en sostenibilidad y demuestra que la biodiversidad no es un obstáculo, sino un motor de desarrollo económico, cultural y social, capaz de inspirar a todo el país.

