Bogotá sigue consolidándose como uno de los principales hubs de conexión aérea en América del Sur, no solo por el volumen de vuelos, sino por el creciente número de pasajeros en tránsito con escalas largas, conocidos como stopovers. En 2024, más de 1,6 millones de viajeros hicieron conexión en la ciudad, y aproximadamente 495.000 de ellos permanecieron más de cinco horas, lo que representa un potencial enorme para el turismo de corta estancia.
En lo corrido de 2025, la tendencia continúa en ascenso. Entre enero y abril, Bogotá recibió 621.513 turistas internacionales, un incremento del 6,8 % frente al mismo periodo del año anterior. Si se proyecta que al menos el 30 % de estos visitantes están en escala larga, se estima que más de 186.000 pasajeros pudieron tener la oportunidad de conocer Bogotá en menos de un día.
“Estos viajeros no buscan una experiencia hotelera tradicional. Vienen por unas horas y quieren vivir algo memorable, eficiente y auténtico. Por eso, en lugar de hablar solo de hotelería, hablamos de hospitalidad: una atención ágil, cálida y conectada con la ciudad”, afirma Milton León, gerente general del Courtyard by Marriott Bogotá Airport, ubicado estratégicamente a cinco minutos del aeropuerto El Dorado.
Este tipo de viajero —ejecutivo, curioso o con espíritu explorador— representa una tendencia creciente en el turismo mundial y una oportunidad para que Bogotá fortalezca su reputación como una ciudad acogedora y moderna, incluso en visitas de pocas horas. “El reto está en crear experiencias que comiencen desde el aeropuerto y dejen huella en ese corto tiempo. En el Courtyard, hemos diseñado rutas express, alianzas con operadores locales y servicios que van más allá del check-in”, agrega León.
El huésped puede acceder a todas las comodidades del hotel disfrutando además de un servicio de transporte gratuito desde y hacia el aeropuerto, con salidas cada 40 minutos, ideal para conexiones ajustadas.
La experiencia para estos visitantes está pensada para ser eficiente, pero sin perder el encanto local. El Hotel Courtyard ofrece una gastronomía con identidad bogotana, desde platos típicos reinterpretados hasta ingredientes representativos del país, combinados con opciones internacionales para quienes buscan algo familiar. A esto se suma un market 24/7 con productos esenciales, snacks y bebidas, ideal para quienes desean algo rápido sin sacrificar calidad.
La infraestructura del hotel también responde a las expectativas del viajero en tránsito. Espacios de descanso con zonas de relajación, duchas disponibles para refrescarse antes o después del vuelo, kits de bienestar con amenidades de cortesía, y conectividad garantizada con Wi-Fi de alta velocidad, cargadores múltiples y áreas habilitadas para videollamadas o trabajo exprés, son solo algunos de los elementos que elevan la experiencia.
Para quienes desean aprovechar su escala explorando la ciudad, el hotel cuenta con aliados locales que ofrecen city tours express de entre dos y seis horas, experiencias listas para usar que no requieren planificación previa. Además, el personal multilingüe, los mapas, guías digitales y recomendaciones curadas facilitan que incluso una visita de pocas horas tenga impacto y sentido.
La seguridad, la limpieza y la atención inmediata también hacen parte del ADN de esta hospitalidad adaptativa. Desde el guarda equipaje seguro, hasta la posibilidad de contar con salas privadas para reuniones o networking, el Courtyard se presenta como un espacio versátil para quienes necesitan más que un simple lugar de espera. De hecho, a diferencia de salas VIP de aeropuerto, el hotel permite recibir visitantes externos, hacer reuniones estratégicas, lo que representa una ventaja clave para el viajero de negocios.
Si la tendencia se mantiene, 2025 podría cerrar con más de 1,7 millones de pasajeros en conexión y al menos 520.000 escalas prolongadas, lo que exige una mirada más estratégica sobre cómo los hoteles pueden convertirse en puertas de entrada emocional y comercial para la ciudad.
La apuesta, entonces, no es solo por captar huéspedes, sino por enamorar a viajeros en tránsito, ofrecerles una experiencia breve pero poderosa, y convertir esas horas en Bogotá en una razón para volver.

