Las Fiestas de Independencia de Cartagena no son solo una conmemoración de la libertad, sino la expresión más viva de la identidad cartagenera. Así lo explica Moisés Álvarez, guardián del Archivo Histórico y director del Museo Histórico de Cartagena, quien considera que la celebración del 11 de noviembre representa el alma misma de la ciudad: una mezcla de historia, memoria, resistencia y alegría popular. Álvarez estuvo impartiendo una conferencia ante medios de comunicación en un encuentro organizado por Fontur y Corpoturismo de Cartagena.
“Las Fiestas de la Independencia se consolidan como un escenario de fortalecimiento del sentido de pertenencia y la identidad cartagenera, promoviendo la revalorización del patrimonio cultural y las tradiciones locales.
Estos espacios gratuitos permiten el impulso del turismo, la gastronomía, la música y la economía local, generando beneficios directos para la comunidad.
Además, al ser eventos totalmente gratuitos y abiertos al público, se convierten en verdaderos espacios de inclusión y participación ciudadana, donde cartageneros y visitantes celebran juntos la historia, la diversidad y el espíritu festivo de la ciudad", dijo Liliana Rodríguez, presidenta ejecutiva de Corpoturismo de Cartagena.
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Para Álvarez, el propósito de la actual administración distrital ha sido “devolverle el brillo a Cartagena”, es decir, recuperar ese espíritu festivo y luminoso que ha acompañado a la ciudad desde sus orígenes. “Cartagena ha tenido momentos de brillo, pero también de niebla”, afirma, al recordar que incluso la independencia —motivo central de las fiestas— tuvo su lado heroico y también su costado oscuro y sangriento.
El historiador destaca que la celebración hace parte de un proyecto de ciudad que busca fortalecer la memoria y la participación ciudadana. “La administración y la Corporación de Turismo están seduciendo al mundo con Cartagena, mostrando su historia y su alegría”, aseguró.
Orígenes compartidos con el Caribe colombiano
Álvarez recuerda que las Fiestas de Independencia comparten raíces con otras expresiones del Caribe colombiano, como el Carnaval de Barranquilla, pues ambas surgieron de un mismo entramado cultural. Durante la colonia, el territorio se dividía en dos grandes provincias: la de Cartagena, al occidente del río Magdalena, y la de Santa Marta, al oriente. Ambas ciudades fueron puertos clave desde donde partieron las expediciones que fundaron las ciudades del interior del país.
“Desde Cartagena se organizó la expedición que conquistó Antioquia, y desde Santa Marta la que llegó a Bogotá. Estas dos ciudades fueron las puertas por donde comenzó a construirse Colombia”, explicó.
El desarrollo del puerto cartagenero en los siglos XVI y XVII convirtió a la ciudad en el principal punto de conexión entre América del Sur y los grandes puertos del Caribe y España. En este contexto floreció una cultura diversa, fruto del encuentro entre europeos, africanos e indígenas. De esa mezcla surgió la fiesta de la Virgen de la Candelaria, la tradición religiosa más antigua del Caribe colombiano, de la cual derivaron las celebraciones carnavalescas y festivas de la región.
La heroica y el precio de la independencia
La independencia trajo gloria, pero también ruina. Cartagena fue la gran sacrificada de las guerras de independencia. Tras el Grito del 11 de noviembre de 1811, vino la Reconquista Española, que dejó a la ciudad devastada. “Cartagena quedó arruinada y perdió un siglo de desarrollo”, comenta Álvarez. Esa fue la Cartagena descrita por García Márquez en El amor en los tiempos del cólera: una ciudad detenida en la melancolía del siglo XIX.
Mientras Cartagena languidecía, Barranquilla emergía. Al quedar destruidos los puertos de Santa Marta y Cartagena, Sabanilla y luego Puerto Colombia asumieron el liderazgo comercial. “El siglo que perdió Cartagena, lo ganó Barranquilla”, dice Álvarez, recordando cómo el auge del comercio impulsó la identidad barranquillera, mientras Cartagena luchaba por recuperar su esplendor.
De la ruina al renacer festivo
Pese a su decadencia, Cartagena nunca perdió el sentido de la fiesta. Desde 1812, un año después de la independencia, los habitantes comenzaron a conmemorar el hecho con desfiles, discursos y celebraciones populares. Pero fue hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX cuando las Fiestas de Independencia retomaron fuerza, especialmente durante el centenario de 1911, conmemoración que dejó huella en la arquitectura de la ciudad, como el Parque del Centenario.
A lo largo del tiempo, las fiestas han mezclado lo patriótico y lo popular. Desfiles, comparsas, bailes, música y coronaciones se entrelazan para expresar la identidad cartagenera. Sin embargo, Álvarez lamenta que en algunos periodos el protagonismo se haya concentrado en el Concurso Nacional de Belleza, opacando la esencia popular de la celebración.
“Las fiestas del 11 de noviembre son mucho más que reinas. Son una tradición que pertenece al pueblo. Recuperar ese espacio ha fortalecido el proceso cultural y la identidad de Cartagena”, afirma.
Historia, símbolos y legado
La independencia de Cartagena no fue un hecho aislado, sino parte de un proceso más amplio iniciado con la revolución del 20 de julio de 1810 en Bogotá. Pero mientras la capital proclamó una independencia moderada, Cartagena dio un paso más audaz: en 1811 declaró su independencia absoluta y se constituyó como Estado Libre y Soberano de Cartagena.
De esa época datan los símbolos patrios de la ciudad: el escudo y la bandera, adoptados en 1812. “Esa bandera, la misma que se entrega a Bolívar en la primera campaña libertadora, es la primera bandera de Colombia”, explica Álvarez. Posteriormente, en 1814, el Congreso Unido de las Provincias adoptó ese estandarte como emblema nacional.
Incluso Barranquilla heredó estos símbolos cuando en 1813 el presidente del Estado de Cartagena, Manuel Rodríguez Torices, le concedió rango de Villa y autorización para usar la misma bandera. “Por eso, Cartagena y Barranquilla son hijas de una misma historia”, subraya el historiador.
Cartagena, memoria viva del Caribe
Hoy, las Fiestas de Independencia han recuperado su fuerza como una manifestación que une historia, arte y tradición. En ellas se encuentran el orgullo de una ciudad heroica, el legado de sus antepasados y la alegría de su gente.
“Hablar de Cartagena es hablar de historia, de patrimonio y de fiesta”, concluyó Álvarez. “Las Fiestas de Independencia son el reflejo de nuestra identidad más profunda y el corazón mismo de la cultura cartagenera”.

