Ovnis nazis y anunnakis entre mis amigos

La circulación de grandes cantidades de información en internet provee un sinfín de explicaciones sobre la manera como funciona el mundo.

Ovnis
Ovnis Imagen referencial (David Wall/Getty Images)

En una conversación de bar reciente conocí a un hombre que hablaba con gran propiedad sobre la relación del movimiento woke con los objetivos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030 y el hecho irrebatible de que Michelle Obama es un transexual. Aunque pensé que estaba bromeando, después de media hora de oír cómo funciona realmente el mundo entendí que en realidad buscaba despertarnos de nuestro letargo propio de los ingenuos. Al final afirmó con cierta superioridad, “Solo hay que leer”, y luego, “Está todo en Twitter”.

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No me sorprendió que creyera todo lo que planteaba, sino su certeza. Aunque he estado más cerca de creyentes católicos o cristianos que hablan con ese tono, cada vez tengo más personas cerca con teorías parecidas; pude haberle presentado a mi amigo el que me hablaba de los oscuros planes de la Fundación Rockefeller –disponibles en internet–, al otro que cada tanto me recuerda leer textos sumerios sobre los anunnakis o a otro más por el cual hace unos años estuve unos meses metido en la biblioteca Pleyades.

Este último fue quizás el primero que me dio luces sobre esta nueva caja de Pandora. La cosa partió de un cuadro que había quedado de pintarle. Me dijo que quería que hubiera extraterrestres, y me dio el enlace de la biblioteca Pleyades. También me afilié al canal Gaia, que en ese momento hacía una agresiva campaña de promoción por Youtube. Por eso supe que la Tierra es una prisión galáctica a la que nos han confinado civilizaciones superiores, que varias razas extraterrestres trabajan en bunkers con la CIA y que los nazis desarrollaron ovnis y establecieron bases en la Antártida y en el lado oscuro de la luna.

Lo que me encanta es la seguridad con la que mis amigos hablan. Aunque comparten el tono displicente de los iluminados, se diferencian de aquellos porque no hay asomo alguno de compasión: si los otros no hemos encontrado lo que ellos sí es porque no hemos buscado lo suficiente. Las señales están en todo lado.

En nuestras charlas, pregunto y pregunto intentando entender cuál es el marco desde el cual leen el mundo. Con frecuencia las teorías son oscuras, hablan de un engaño, no parecen prometer un mejor mundo ni brindar mayor tranquilidad a la mente. A veces, sin embargo, ese precio parece bajo frente a la satisfacción que da ser conocedores no de un secreto, sino de el secreto.

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