Familia: abrazo para corazones imperfectos

Un acercamiento a la más reciente película de Rodrigo García. Por: María del Pilar Rodríguez Saumet

Familia, película escrita y dirigida por Rodrigo García
Rodrigo García, director de Familia Familia. (L to R) Ricardo Selmen as Benny, Maribel Verdú as Clara, Rodrigo García, Andrea Sutton Chávez as Érica in Familia. Cr. Alejandro López Pineda / Netflix ©2023. (Alejandro López Pineda / Netflix)

He visto en varias ocasiones una frase que reza más o menos como “El arte es el consuelo de los que están rotos”, atribuida a Vincent Van Gogh. Premisa con la que no solo estoy de acuerdo, sino que considero reitera la vital importancia del arte… Porque todos, absolutamente todos, por una razón o por otra, en uno u otro momento de la vida hemos estado rotos, fisurados, heridos … Adoloridos.

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El arte es el que con frecuencia nos hace caer en cuenta de esas heridas, y mostrarnos una salida al laberinto de las muchas preguntas que nos llenan la cabeza en esos momentos que parecen superiores a nuestras fuerzas…

Piezas que nacen de la descarnada honestidad de un individuo, que se fabrica su propio túnel de salida a través de su creación; con tal grado de emoción y maestría, que logra configurar un espejo para los muchos otros seres que con historias muy diversas convergen en esas mismas ansiedades.

Y eso es justamente lo que sucede con la película Familia; escrita y dirigida por Rodrigo García, actualmente disponible en Netflix. Pieza cinematográfica que conmueve más allá de la anestesia ficticia de una narrativa audiovisual para desconectarse del cotidiano -como pasa cada vez con mayor frecuencia-. Una ventana para reconectarse con esenciales humanos del diálogo familiar, que en su tuétano está muy lejos de la postal idealizada en otras producciones.

Familia, con una mirada que se siente sincera desde el primer encuadre, a la voz de Alci Acosta, nos abre la puerta a la soledad. A los interrogantes de un hombre que, pasados los sesenta años, tras enviudar y un puñado de relaciones fallidas, ve acrecentada la necesidad de sentirse aprobado, amado, por parte de sus tres hijas. Mujeres de mediana edad, que a su vez buscan sentirse aprobadas por él…

Idealizado y criticado a la vez, este hombre es observado por sus hijas y su pareja actual desde sus particularidades y conflictos, configurando una mirada íntima a cada uno de los personajes, haciendo énfasis en el femenino, sus distintas formas de relacionarse en pareja, de actitud hacia la profesión, la maternidad, o la renuncia a ello.

La película sabe a catarsis. Reflejo de un alma que a través de sus personajes revela al mundo sus propias preguntas y fantasmas, que, por su habilidad técnica y estética encuentran eco en el sentir del espectador de maneras insospechadas.

Pléyade de espejos de elocuencia contemporánea como la mujer profesional que no se detiene en pro de sus objetivos, y bajo el yugo de ser buena en todo, a veces quisiera darse la oportunidad de detenerse en total tranquilidad; tal cual la anestesia que como médico anestesióloga les suministra a sus pacientes. El vértigo ante los cambios de la madre en gestación y la angustia de no ser suficiente, la mujer casada que siente que su juventud se está esfumando en la rutina, buscando otras experiencias sexuales para confirmarse viva, o la que sigue buscando saciar la sed de una relación tóxica con su padre a través de lazos sentimentales de corte incestuoso…

Humana y de franqueza tierna y dura, hay varias escenas y diálogos que permanecen: los miembros de la familia cargando la mesa para ubicarla en medio del campo y hacer ahí el almuerzo familiar, la ansiedad del padre confirmando que no estará solo tras una nueva ruptura, gracias a la absoluta lealtad de su hijo especial, la transparencia de este último que pone en evidencia el peso de ciertas máscaras, la presencia y ausencia fantasmal de la madre-pareja muerta, como una confirmación de los errores del pasado y los temores del futuro… El silencio durante casi toda la película de una ayudante de cocina negra, robusta y dulce, que casi al final también deja ver sus dolores y pérdidas. Un guiño franco de solidaridad a los sindicalistas asesinados.

En Familia, el director y guionista Rodrigo García nos ofrece hilos de Ariadna con su origen. No niega sus raíces, su familia; sino que bebe de ello y lo usa con autenticidad, con luz propia: tal cual la pesadilla de la gestante que imagina que a su primogénito se lo están comiendo las hormigas mientras la mira como la cosa más bella que haya existido. Fantasía a todas luces traída del mundo del padre del director y guionista, pero para decir muchas otras cosas de este tiempo; y justo con una sonrisa demostrarle a la actualidad que, ha logrado llevarla a otros mundos con asertividad.

Padres que revela en la cinta le lucen tan gigantes y admirables, como frágiles y humanos, cuyas lecciones asume ahora de forma distinta. Un momento de madurez donde el padre, el hijo y el artista se debaten en diversas dicotomías que, un puñado de la cuales, para fortuna del público, ha llevado a la pantalla en Familia.

Aplaudo a Rodrigo García, su dirección y guion en Familia, porque nos da más de una lección de honestidad, y valentía; muchos metros de poética lumínica y de arrojo emocional de gran valía. ¡Un abrazo para corazones imperfectos!

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