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Opinión: Blanquitos en problemas

“Me acabo de enterar de que el lunes de esta semana es el día más triste del año”.

Hay diversos factores que influyen en este día

Me acabo de enterar de que el lunes de esta semana es el día más triste del año. Se le considera así desde 2005 y se llegó a tal conclusión teniendo en cuenta variables como el dinero gastado en diciembre, el fin de las vacaciones, el clima de enero y hasta las promesas de dejar malos hábitos que no siempre se cumplen.

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Blue monday, se llama, igual que la canción de New Order que lleva cuarenta años sonando en discotecas, y se le atribuye la expresión a un galés llamado Cliff Arnall que se describe en Twitter como consultor de felicidad y coach de vida. Y acá es donde empezamos a tener problemas porque suena a puro asunto de blanquitos en problemas, una especie de festividad creada para tener algo que hacer después del desparche de las fiestas de fin de fin de año, o a una excusa para estar triste, o a una razón para facturar y tener con qué comer. No es coincidencia que Arnall sea galés, hay que tener la vida muy resuelta para decidir conscientemente que el lunes 16 de enero, en el caso concreto de este año, se va a estar más triste que nunca porque es lo que toca.

¿No ha visto esta gente el mundo? ¿A las personas haciendo malabares para llegar a fin de mes, a inmigrantes ilegales cruzando fronteras y dejando la vida en el intento, e incluso a los uribistas llorando desde que Petro es presidente? ¿Cómo pueden decir entonces que no hay día más triste que el tercer lunes del año? ¿Cómo por qué existe una especie de cruzada internacional al respecto?

Supongo que así empezó la Navidad, hace ya incontables años, y hoy es casi una fiesta universal, y con toda seguridad así empezaron San Valentín y el Día de Acción de Gracias, que de conmemoraciones locales pasaron a ser globales y ni idea cómo. Aún me cuesta aceptar que el clásico y soso Día del amor y la amistad de septiembre compita ahora con el de los enamorados en febrero.

Pues así se crean los mitos y los días festivos, de la nada. Son una fuerza invisible que cuando se da uno cuenta ya es imposible pararla. Hoy hay días para todo en este mundo. Hay uno del orgullo zombie, otro de tomarse selfies en un museo y hasta de sacar la lengua, listado al que se le une ahora el día más triste del año donde, supongo, los hispters y desocupados harán encuentros y fiestas superexclusivas en terrazas y clubes de playa.

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Para Colombia veo la fecha como un problema, no solo porque, ya lo dije, una celebración así implica tener la vida resuelta y acá estamos lejos de eso, al punto de caer en llanto y desesperación con la más banal y lo más serio, desde cuando pierde la selección Colombia hasta cuando nos enteramos de la cifra de personas que llegan a la tercera edad sin asistencia en salud ni pensión. Pero el gran problema que le veo al asunto es que solemos encabezar el listado del país más feliz del mundo, y como no es una cosa espontánea sino de año a año, meterle una estaca a tanta dicha y declararnos ahora en tragedia nacional durante un día de enero lo veo muy inviable. Siquiera.

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