Opinión

Un minuto que ya va en seis décadas y media

“A los bogotanos nos parece más que natural que uno de los barrios más sui generis de la ciudad lleve el nombre de un programa radial”.

Bogotá Colombia

Que un barrio de una ciudad tenga el nombre de un programa de televisión es algo de veras insólito en los anales del urbanismo. Ahora que lo pienso, ameritaría una investigación para indagar si alguna otra ciudad de este planeta cuenta con un barrio cuyo nombre se haya derivado del fascinante mundo de las ondas hertzianas. Barrio El Minuto de Dios…Es como si un barrio de Londres se llamara Top of the Pops, uno de París se denominara Salut les Copains o uno de Madrid respondiera al nombre de Los 40 Principales.

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Pero así es y a los bogotanos nos parece más que natural que uno de los barrios más sui generis de la ciudad lleve el nombre de un programa radial que nació en 1950 y que en 1954 entró a la televisión para quedarse para siempre. Un barrio al que los bogotanos, no por ateísmo sino por cariño, le decimos El Minuto. Así, a secas.

Y digo sui generis no sólo por su nombre, que lo es, sino por la manera como nació, se desarrolló y se convirtió en una verdadera marca (no sé si transmedia o transqué), marca que está presente en el ya mitológico programa de televisión que lo hizo famoso, en una emisora, en un colegio y en una universidad que tiene sedes en decenas de ciudades de Colombia.

A mí me sorprende la tenacidad del creador de este barrio, de esta marca. Porque lo que logró el padre Rafael García Herreros es inverosímil, en el buen sentido de la palabra.

De la nada hizo posible que su sueño de darle una vivienda digna a personas desposeídas se hiciera realidad. Y también, al menos en sus inicios, logró crear en el barrio una comunidad cristiana, que se ha convertido con el paso de las décadas en un epicentro cultural y educativo de dimensiones bíblicas.

Porque si uno mira el detalle, en apenas dos cuadras del barrio uno encuentra la sede imponente de una universidad que tiene una gran cantidad de sedes en todo el territorio colombiano, las instalaciones de una emisora de radio, un colegio, una biblioteca, una sala de teatro y un museo de arte contemporáneo que se inauguró en 1966, bajo la premisa de que “la belleza, como la riqueza, tiene una obligatoria función social”. Esto se hace evidente en la amplia plaza que rodea a una plaza donde se exhiben esculturas de grandes maestros del arte colombiano, entre ellos Eduardo Ramírez Villamizar y Édgar Negret.

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Para no dejar pasar un par de datos, vale decir que el primer sector se construyó en 1957 en unos terrenos que le donaron al padre García Herreros y se inauguró al año siguiente. Los ocho sectores que conforman el barrio se fueron construyendo desde entonces hasta 1972. La presión comercial ha alterado algunas de sus calles, pero aún se conservan cuadras enteras donde es posible apreciar el espíritu original del barrio. Pero aún es posible recorrer algunas cuadras donde se mantiene el espíritu de un barrio humilde, sencillo, sin aspavientos. Un barrio que nació en lo extramuros de la Bogotá de los años 50 y que hoy es un polo de desarrollo, ante todo educativo y cultural.

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