Opinión

21, Bože pravde: el reality

“¿Podrá Novak Djokovic competir en Australia y ganar su Grand Slam número 21? ¿Si participa, sus rivales podrán optar por cierta objeción de conciencia y no enfrentarlo? ¿La sanción social por su postura antivacunas ante una enfermedad que ha cobrado la vida de más de cinco millones de personas terminará de sepultar sus aspiraciones de superar a Nadal y Federer?”: Nicolás Samper

Trofeos de todo tipo, fotografías y hasta un pequeño busto en yeso de Novak Djokovic están apoyados en una mesa conjunta que acompaña a su hermano Djordje, y a los padres del fenómeno tenístico Dijana y Srdjan, en el momento de dar la rueda de prensa que citaron el lunes en la mañana para hablar sobre la decisión del juez Anthony Kelly, en torno al futuro de Novak en Australia. Kelly, horas antes, había ordenado la liberación del deportista, además de que se le devolviera su pasaporte y que el gobierno australiano asumiera con los costes legales del proceso, luego de que le fuera revocada la visa para entrar a ese país por no estar vacunado contra el Covid-19.

Poco antes de esto, en las calles varios fanáticos hinchas de Nole, el único capaz de acercarse al dominio deportivo ejercido por Rafa Nadal y Roger Federer en el tenis de los últimos tiempos, se enfrentaron con la policía al coro de “Nole libre”, justo en el instante en que el tenista estaba abandonando en un automóvil las oficinas de los abogados que lo defendieron en esta causa que todavía no tiene fin. En el momento de estar escribiendo esta columna, el rumor de que el tenista todavía corría riesgo de ser deportado era inminente y el nombre de Alex Hawke sería determinante en la resolución del asunto: Hawke, 44 años, casado dos veces y padre de cuatro hijos, es el ministro de inmigración australiano, es decir, el que dará la última resolución sobre el conflicto. Los expertos opinan que Hawke podría usar “poderes especiales” con el fin de sacar a Djokovic de territorio australiano, pero mientras esto sucede, en su despacho, agarrándose los pelos, está el primer ministro de la nación, Scott Morrison, de torpe actuar desde el comienzo del conflicto.

Inicialmente no hubo lío para que Djokovic entrara con un permiso de exención a pesar de que Australia tuvo las más estrictas decisiones de confinamiento para paliar los efectos del Covid-19 y luego la indignación popular por cuenta de esa excepción que se hacía con el deportista lo llevó a echar reversa ya cuando el dique se había roto. En el medio surgió la figura de la tenista rusa Natalia Vikhlyantseva que, a pesar de contar con su esquema de vacunación completo, no se le permitió disputar el Australian Open porque en esa nación no está aprobado el uso de la vacuna Sputnik -con la que fue inoculada-. Y la bola de nieve creció con las tensiones que se generaron con el gobierno serbio y su presidente Alexandar Vucic, que calificó la situación como un “acoso” al tenista. Morrison, cada vez peor ubicado en la escena, podría ver cómo su futuro político se puede enredar por este asunto: es que en Australia hay elecciones en mayo y Morrison aspira a ser reelecto.

“Déjenlo jugar el juego en el que es el mejor del mundo. Le sacaron sus derechos” espetó el padre, Srdjan, en la conferencia de prensa, que tuvo como frase común entre la familia de Djokovic aquello de la búsqueda de la justicia para Nole, elevado por su gente a ser el dios de la justicia, el Bože Pravde, nombre que lleva el himno nacional de Serbia.

¿Podrá Novak Djokovic competir en Australia y ganar su Grand Slam número 21? ¿Si participa, sus rivales podrán optar por cierta objeción de conciencia y no enfrentarlo? ¿La sanción social por su postura antivacunas ante una enfermedad que ha cobrado la vida de más de cinco millones de personas terminará de sepultar sus aspiraciones de superar a Nadal y Federer?

El reality continuará.

Por: @udsnoexisten

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