La idiotez ha sido fiel compañera de la humanidad. No en vano, nosotros mismos hemos acabado con los nuestros y, de paso, estamos acabando con nuestro planeta. El humano es experto en autodestruirse, y mientras lo hace sonríe, disfruta, se hace el loco y, al final, cuando ya no hay vuelta atrás, chilla como un bebé pidiendo clemencia. En el ámbito de esa idiotez enquistada en nuestro genoma están los antivacunas. Ellos, sin un ápice de duda, están en el top cinco de la pirámide de los más idiotas de los idiotas de la humanidad.
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Y es que hay que verlos con su aire de superioridad por el hecho de decir que son antivacunas, que no creen en eso del virus, que todo es un montaje, que es un complot de los Illuminati, Bill Gates, E. T., el extraterrestre o el emperador Palpatine en asocio con Freddy Krueger.
“Nos van a implantar un chip”, dicen. “Esto es una estratagema para espiarnos y dominarnos”, dicen mientras ven su celular, chequean su Facebook y bajan una aplicación pirata para saber si tienen el aura morada o naranja, no sin antes haber ingresado todos sus datos a quién sabe qué servidor ruso o chino que ya les tiene auscultada la vida como una profunda colonoscopia.
Hay que verlos con su aire de rebeldes antisistema creyendo que por ser antivacunas su personalidad, ego e intelecto les crece cuando en el comedor de sus casas nadie les para bolas a la hora de emitir cualquier opinión. Son “chocoloquitos” de la vida en la que tildan de absurda una vacuna, pero la combaten con argumentos absurdos. Se burlan de este o aquel que sí cree en la ciencia y en la firme intención de cuidarnos y vacunarnos para salir de una vez por todas de esta situación de mierda llamada pandemia. Lo tonto, según ellos, lo combaten con lo tonto. Lo absurdo, según ellos, lo combaten con el absurdo; lo idiota con lo más idiota.
Citan a marchas en las que generan pena. Son 10, 15, OK…, 50 gatos gritando que nos tienen dominados, que nos coartan la libertad y que hay que respetarles su derecho a no vacunarse. Pues no, cero respeto a sus opiniones y derechos hay que tener con estos orates, cuando sus decisiones estúpidas afectan a otros, empezando por ellos mismos o sus familias. Porque hay que verlos cómo claman por una vacuna cuando están ahogados de covid en una UCI y cuando ya no hay nada que hacer por ellos. Hasta ahí les llega su “chocolocurita valiente”.
Y hay que verlos diciendo que su religión les prohíbe vacunarse o va en contra de sus mandamientos o preceptos y que eso hay que respetarlo. Qué va, al menos sin vacunas tendrán un camino más directo para ver a ese Dios que dicen adorar. Hay que ver esos pastores o “líderes espirituales” haciendo llamados a que las vacunas son antinatura. Y los siguen como borregos, bueno, no sin antes dar el diezmo monetario. Son borregos, perdón, ni los borregos son tan brutos, esos al menos buscan sobrevivir en manada…
Y hay que verlos diciendo que ellos tienen información privilegiada que viene de la “internet profunda” en donde está la verdad del virus, de las vacunas y de todo lo que están haciendo con nosotros. ¡Privilegiados que son de acceder a tan magna información! ¿Por qué de paso no nos cuentan quién mató a Kennedy, dónde está Jimmy Hoffa? ¡Que den las reales pruebas de que la tierra es plana, de que el hombre nunca llegó a la Luna! ¡Que demuestren que todos los pájaros son robots y no son animales! ¡Que digan dónde está la isla en donde viven apaciblemente y en paz Elvis Presley, Michael Jackson y Jim Morrison! Que se caiga lo que esté suelto si esas redes de información que dicen manejar son tan claras y fidedignas con el tema del virus. ¿Por qué nada de eso sale con precisión y consistencia a la luz pública? Les digo, eso daría para un Premio Pulitzer. Pero no, comparten y comparten estiércol, mismo estiércol en el que fluyen los insumos ocultos de pedófilos, tráfico de armas y cuánta putrefacción se pueda mover en esas aguas de la internet profunda y oscura.
En esa letrina hay unos que son los reyes de la fetidez y son los que fuera de antivacuna, son corruptos y pagan más de 200 mil pesos por un carnet falso que certifique que sí están vacunados. Idiotas a la enésima potencia…
Decía Gandhi que los fines y los medios no son separables. No se puede tener grandes ideales y ruines métodos. Eso son estos antivacunas con sus tesis de mierda en aras de la supresión de la valía humana, de la empatía y de la compasión.
No puedo con los antivacunas. No me importa si es familiar, amigo, pareja, conocido o lo que sea. No los respeto, no los quiero cerca de mí. Como diría el gran Joan Manuel Serrat: “Entre esos tipos y yo hay algo personal…”.