Con el pico deformado, las uñas sobrecrecidas y signos evidentes de dolor crónico en sus patas, una lorita frentiamarilla (Amazona ochrocephala), que es una especie silvestre protegida en Colombia, fue ingresada al Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación (CAVR) de fauna silvestre del Área Metropolitana del Valle de Aburrá. El ave permaneció en cautiverio por más de tres décadas, llegó en condiciones críticas por cuenta del encierro prolongado y el manejo inadecuado.
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La lorita fue víctima del desconocimiento y la tenencia ilegal, que la llevó a sufrir por el crecimiento descontrolado de su pico, que terminó completamente deformado por la ausencia de superficies naturales como ramas o cortezas de árbol, indispensables para el desgaste natural de esta estructura.
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Lorita vivió 32 años en cautiverio y con un pésimo manejo
La lorita también presentaba un sobrecrecimiento en sus uñas, lo que le dificultaba apoyarse correctamente y le generó una inflamación crónica, extremadamente dolorosa.
La situación se agravaba con una alimentación deficiente y la imposibilidad de realizar comportamientos propios de su especie, lo que desencadenó un deterioro progresivo. Los veterinarios del CAVR también identificaron abscesos en sus patas, plumaje grasoso, zonas sin plumas y escamas en la piel, señales de un sistema inmune comprometido y un profundo sufrimiento físico.
La historia de esta lora no es un caso aislado. Alejandro Vásquez Campuzano, subdirector ambiental del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, alertó sobre el preocupante número de casos registrados.
“Hemos recibido desde el 2024 más de 748 loras, el 57% ha sido asociado a casos de tráfico de fauna. Recordamos a la comunidad a no caer en las redes del tráfico, debemos ser todos protectores de nuestros recursos naturales”, dijo el funcionario.
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El Área Metropolitana hace un llamado urgente a la ciudadanía: los loros no son mascotas. Son aves silvestres que necesitan volar, comunicarse con otras de su especie, alimentarse de frutos y semillas propias de su hábitat y cumplir funciones ecológicas vitales. Privarlas de estas conductas naturales, incluso con las mejores intenciones, puede causar daños físicos y comportamentales irreversibles.
“La mejor manera de proteger a estas especies es dejarlas libres, donde pertenecen”, indicó la entidad. También invitan a denunciar cualquier caso de tenencia ilegal o tráfico de fauna, como un compromiso colectivo con la conservación de la biodiversidad y el respeto por la vida silvestre.