El problema de la estructura de la moda, como está concebida en su ideario más primario, ha sido el de un estamento eurocentrista, colonialista y excluyente. Esto ha sido bastante problemático a la hora de llevarlo- en sí mismo- a lugares con pasado colonial y estructuras ampliamente racistas y clasistas como Latinoamérica, que poco a poco comienza, al menos desde la academia y desde algunas propuestas creativas, a desprenderse de esa validación del norte global, y por supuesto, a cuestionar el por qué los diseñadores trabajan con comunidades originarias de manera paternalista o salvadora.
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Pero hay un diseñador en Colombia que en una nueva generación y corriente cultural de una moda que se eleva en todas sus voces a nivel global (hay que ver a Jamie Okuma y a Lauren Good Day, diseñadoras nativo americanas o a Luz Valdez en México como promotora e influencer de los artesanos de su país, por ejemplo), pretende cambiar esta estructura con una identidad sólida y desde su propia historia: Estiven Castro es el primer director creativo de una marca de moda en Colombia y uno de los pocos de Latinoamérica de origen indígena (en Perú existe, por ejemplo, Annaiss Yucra).
Su pasarela en Ibagué, Negocios y Moda 2024 ( una plataforma regional de donde han salido nombres tan importantes como POLITE), que fue la mejor de todo el evento aparte de la de Diego Guarnizo e Infinita, mostró la exquisitez y el compromiso de su historia con una marca como Somos Mhuyskas, a través de la exploración de líneas geométricas y la simbología indígena del agua a través de los sapos y las serpientes como animales sagrados.
NUEVA MUJER entrevistó al diseñador, quien a sus 17 años y trabajando en un resguardo de su comunidad, aprendió tejeduría y también su relato identitario en un proyecto que nació de su carrera de Diseño Industrial en la Nacional.
El creador también pone en lo simbólico una cultura que parecía extinta: la de los milenarios muiscas, en una mediación entre la estructura de la moda y su propia historia.
Haces la marca de un proyecto, comienzas a saber más de tu historia y de tu involucramiento con el resguardo. ¿Cómo comienza el proceso creativo para dar una identidad propia de los muiscas a la marca?
En ese momento se llamaba Tejidos Muiscas Cota. Hago más investigación y comenzamos con mochilas y sombreros. Me doy cuenta de que dentro de las comunidades no teníamos una identidad muy marcada, porque somos un pueblo que está muy, muy cerca a la ciudad, y muchas de nuestras tradiciones no eran tan visibles, aunque nuestros abuelos y bisabuelos sí la tenían como un poco más clara.
De hecho, en la generación de mis padres no: ellos tuvieron que trabajar y eso ya quedaba en segundo plano. Fuimos nosotros los que llegamos en este momento preciso y comenzamos a hacer todo este proceso de recuperar, de entender quiénes éramos, quiénes eran nuestros abuelos, que hacían. Y algo muy lindo es que mi abuelito en su juventud estuvo muymetido en la parte de la comunidad, era un vocero que iba a muchos lados. Le encantaba. Y conectamos esto con la tejeduría y ese saber, pero yo quería hacer algo distinto.
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Existe la mochila arhuaca, wayuu, pero no una nuestra. Así que lo que veía mucho en nuestro territorio eran las pictografías, que encontramos en las piedras. De este modo, comenzamos a ponerla en estas mochilas y mi hermano también aprendió a tejer.
Sinceramente no tenía planeado meterme en el mundo de la moda, pero el emprendimiento tomó más fuerza. Y algo que aprendí en la universidad es que si tú vas a lanzar algo al mercado, lánzalo con el mayor nivel. Con mis amigos comenzamos a modelar, otra amiga hacía la publicidad. Comenzamos de forma pequeña.
También comencé con varias personas del resguardo a aprender sobre la tejeduría, nuestra filosofía y a trasnochar con los abuelos de mi pueblo. Comencé a llenarme, a nutrirme de toda esa información que de otra manera ellos me brindaban para comunicar este legado.
Uno piensa en los muiscas y cree que los españoles los exterminaron a todos. Ahora bien, todavía existen. ¿Cómo transmitir, entonces, esa identidad cultural que los wayuu o los emberá, por hablar de dos comunidades ampliamente visibilizadas, sí tienen?
Ha sido muy interesante: cuando estuve así de 17, 18 años por la comunidad, había un programa de turismo. Entonces, llegaban universidades, colegios y quedaban asombrados y me decían, ¿hay muiscas? ¿existen los muiscas? ¿y ustedes no se ponen taparrabos? ¿y ustedes no viven allá arriba en el monte? ¿ustedes van a la universidad?
Eran cosas así que me desconcertaban. Pero me di cuenta de que realmente hay un desconocimiento de que existimos cinco pueblos: de hecho, hay dos pueblos urbanos en Bosa y en Suba que han hecho todo un proceso que comenzó hace noventa años para que fuésemos reconocidos en nuestra cultura y territorio. Ha sido un proceso hermoso y un aprendizaje, uno de nuestros gobernadores decía- y eso se me quedó grabado-, lo siguiente: " nosotros somos los muiscas del siglo XXI, nosotros podemos hablar diferentes idiomas, podemos ir a la universidad, entendemos también todo este pensamiento del Occidente y entendemos nuestras tradiciones y somos esa nueva generación que le damos una voz y reinterpretamos de manera consciente y bonita lo que somos”.
Y esa interiorización no ha sido desde la marca, sino con todos los resguardos. Los jóvenes nos estamos replanteando muchas cosas que aprendimos desde pequeños y vemos que tenemos un linaje por continuar.
Hay una cosa muy interesante con ‘Somos Mhuyscas’ y es que es la única marca en realidad autogestionada por alguien de la comunidad. Siempre está la figura del ‘salvador blanco’ o el intermediario blanco. ¿Cómo es ese proceso de trabajo con los artesanos desde tu posición?
Este espacio se dio sin yo pensarlo. Y tener una pasarela es un regalo, así como dedicarme a lo que me gusta. Y decir " soy diseñador, soy artesano y soy indígena y conozco los tres mundos y te puedo decir que esto vale tanto o esto lo podemos hacer también de esta manera” o también puedo dar esa vocería de decirles, no, estamos haciendo esto mal, vamos a mirar cómo lo mejoramos, porque de esto tenemos que vivir todos y tenemos que vivir bien.
Porque también me di cuenta que en el sector artesanal, y es muy triste, que todavía muchos diseñadores utilizan a los artesanos solamente porque estamos de tendencia, y me choca mucho y me duele.
Al ser diseñador pero también artesano no me puedes enseñar de mi mundo y decirme “tienes que sofisticarte”, porque yo entiendo los dos mundos y los puedo unificar. Y estas bases, para compañeros en otras artes, han servido mucho para nosotros crear nuestra voz. Tampoco creo en un “espacio de los blancos”, creo que hay un espacio para todos.
Tenemos una voz muy clara de lo que es nuestro trabajo y creo que eso me parece muy lindo, porque yo siento que más comunidades tenemos que hacer esto que tenemos que adentrarnos a la moda. Yo no sé por qué a veces siento que tenemos timidez ante estos espacios, porque uno solo ve que, como tú dices, a solo cierto tipo de personas. Y hay un movimiento global fuerte, pero lo hacemos para que las personas que hacen parte de esto estén bien.
Una prima que no veía en mucho tiempo, por ejemplo, ahora borda conmigo. Y es la mejor oportunidad que ha tenido porque me ha dicho que ya no tiene que limpiar casas de familia. Transformamos la sociedad a través de la moda, lo que la estructura no ha querido hacer.
¿Y cómo es mediar entre la tradición y ese mundo occidental?
Al estar cercanos a la ciudad queremos que el producto se vea sofisticado. La gente quiere verse elegante, pero tradicional. Me siento contento cuando dicen que la marca es elegante, porque es así como yo me veo con mis mantas. En mi grado usé una que hicimos.
Y esa elegancia nos ha permitido conquistar espacios. Claro: ha sido unificar mucho, porque siempre he pensado el por qué no distinguirse con la identidad propia. Es decir, hoy en día tenemos tantas herramientas que nos da como el mundo globalizado y tener también acceso a estas tradiciones me permite también crear cosas contundentes que me permiten decirle a sus portadores la tradición que llevan. Llevan un pensamiento de la tierra, un pensamiento del cielo, llevan los conocimientos que de otra manera nosotros hemos puesto en la tejeduría. Y también no es solamente comprarla: cuando vas al taller te explico cómo se hizo la pieza y por qué. Porque se lleva una parte de nuestro corazón.
En ese sentido, ¿cómo se maneja el debate de la apropiación cultural que la comunidad afro ya ha puesto en la moda? ¿Hay alguna restricción para el uso de las piezas?
Yo creo que hay que comenzar a romper un poco a romper esos pensamientos de “sí utilizo esto, o no”. Claro, hay piezas muy ceremoniales que no comercializamos y se hacen bajo pedido para cierta persona con cierto pensamiento. Pero yo me abro en este aspecto, porque la tejeduría es algo universal.
Y lo hago para que entiendan un poco más estas voces, porque si te vas a poner una manta, no pueden decir que te apropias: las mantas se han usado por mucho tiempo. Es como cuando me pongo un jean, me preguntan por qué lo hago si no es parte de mi cultura. Y quiero romper esos sesgos. ¿Por qué, por ser indígena debo vestirme de cierta manera?
Entonces, cuando me escriben si pueden usar la manta les digo que sí, porque yo les estoy entregando el significado, y sé que van a espetar la pieza que va a pasar de tradición en tradición y se hizo con amor. Incluso hemos abierto la tejeduría del resguardo para trabajar con otros artesanos.
Diseñadores como Diego Guarnizo ya habían tenido a co-creadores indígenas en su taller. Pero tú eres el primero que es director creativo. ¿Qué significa esto?
Feliz y orgulloso de decir: soy indígena y tengo una marca de moda y llegamos a diferentes espacios. He conocido a otras personas en el diseño, pero hace falta hablar de estos espacios y de lo que hacemos. Cuando hacemos las fotos y anunciamos las cosas la gente comienza a llegar.
Y me pone feliz que otros muchachos de las comunidades indígenas vean que se puede vivir de esto a través de nuestra identidad. Esto es importante, porque tenemos que tener referentes indígenas cada vez más fuertes y llegar a espacios muy grandes, como el Bogotá Fashion Week, donde me puse todas mis pintas.
Eso, en el mood de que realmente las comunidades indígenas y los pueblos podemos estar en estos espacios, poniendo nuestra voz.
DATO
Las piezas se tiñen con plantas y sustancias naturales. Duran de 15 a 20 días en producción y se sacan colecciones cápsula exclusivas.
Ibagué, Negocios y Moda: algunas marcas destacadas en este 2024
Ibagué, Negocios y Moda es una de las plataformas de moda regional más importantes del país. El diseño tolimense se nutre de referentes como los de Diego Guarnizo y su geometría visual con Villarrica, homenaje a su departamento. Jorge Duque, otro gran nombre del diseño nacional, asesora a los creadores.
A su vez, marcas como Artesanías Shaddai (de calzado) o Maria Camila Andrade, que trabaja con mujeres en situaciones vulnerables y desataca por su sofisticación o las fascinantes piezas pintadas a mano de Umoja By Lumynor son algunas de las marcas destacadas del departamento.