Cuando usted tenía 20 años todo era maravilloso: podía irse de fiesta, emborracharse y amanecer al otro día como si nada hubiera pasado. Al cumplir 30 todo cambia: el trago le comienza a sentar mal, reza para que la fiesta empiece más temprano y no se quedé hasta las 15 de rumba. Si usted está pasando por este momento, estas son las cosas con las que va a sentirse identificado, si no ahora, sí en unos años.
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La previa es la fiesta
Eso de reunirse en una casa hasta quedar borracho para salir de rumba, ya no es para usted. La fiesta ahora que ya está viejo es esa: reunirse en una casa a tomarse algo y, tal vez, quedar ebrio.
Ya no reenvasa alcohol
Cuando era más joven pensaba en guardar las botellas de agua vacías para hacer ‘camineros’ o llenar los envases con trago para tomar mientras llegaba a la rumba. Sin embargo, ya no piensa en eso, ya ni siquiera hay fiesta a la que ir después de la previa.
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Si sale, lo hace con zapatos cómodos
Ya no se preocupa mucho por si está bien arreglado o a la altura de los que irán a la discoteca, sino que va con la ropa que le quede más cómoda porque no se piensa maltratar los pies ni pasar frío.
Puede llegar a su casa a lavarse los dientes
Como las fiestas no son tan duras, ahora llega a su casa en un estado no tan lamentable, lo que le permite ponerse la pijama, lavarse los dientes e, incluso, comer algo.
No hace cola
Sabe que hacer fila no tiene ningún sentido porque aguantará frío, es posible que no lo dejen entrar y le darán ganas de irse a su casa mientras la hace.
Bebe el alcohol que no le dé sueño
Tiene identificados los tragos que le darán ganas de teletransportarse a su cama para no pedirlos. Con 30 años ya es propenso a quedarse dormido muy fácil.
Toma un solo trago toda la noche
Ya no tiene la capacidad de pasar ce cerveza a aguardiente y después a vodka. Si hace eso, más de diez años de experiencia se lo han enseñado, tendrá el peor guayabo de su vida que le puede durar más de tres días.
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