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Las peores cosas de vacacionar en ‘tierra caliente’

Sí, se acercan las fiestas, las vacaciones colectivas, y resulta que usted no tiene un solo peso para ir a conocer al Pato Donald. Pero sí lo tiene para irse a algún pueblo cercano a la ciudad, y sobre todo cuando está en fiestas patronales, cívicas y demás. Zancudos devorándolo constantemente, reggaetón a todo volumen y jinetes ebrios tirando dulces, mas toda una fauna visual hacen parte del paisaje. ¿Está listo para sufrirlo?

Viajar en flota es para gente como Indiana Jones

Vale, que algunas flotas son bastante cómodas, tienen aire acondicionado, y uno puede repetirse ‘Búsqueda Implacable’ o cualquiera de las películas más malas de Nicolas Cage sentado cómodamente. Eso, si se paga un pasaje mejor que el promedio. Pero para el ciudadano de a pie, ese que está haciendo las filas interminables en el Terminal de Transportes por el pasaje más barato (sueñen), o aquel que con shorts y sandalias en plena Autopista Sur está esperando por la buseta, es un viaje totalmente distinto. No solo tendrá que tropezar con los montones de bultos que hay por el camino, tendrá que ‘surfear’ con el suyo a cuestas. Los borrachos y la música local harán de su viaje una delicia.

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Si odió ‘Bichos’, está llevado

Si de pequeño un bicho llegó a picarlo y a causarle una ronchita,  o si alguna vez una triste abejita llegó a molestarse con usted, si va a cualquier lugar de clima cálido, lamentamos informarle que llegó al lugar equivocado. Todas las especies inimaginables se cruzarán por su camino, desde alacranes hasta culebras, y una que otra tarántula. Es un bonito espectáculo visual ver las blancas piernas de los turistas llenas de puntos rojos, devaneando por aquí y por allá.

Bienvenido a la fiesta

Si a usted no le molesta que haya 100 ebrios por metro cuadrado, o ni siquiera llega a fastidiarle el hecho de que a las tres de la mañana desplieguen pólvora o que suene el reggaetón a todo volumen porque proviene de la plaza principal, entonces no lea esto. Pero si desea paz y tranquilidad, lamentamos informarle que la peor idea para vacacionar es un pueblo  de tierra caliente. Si va a una finca, tendrá que soportar (si es ñoño) que sus vecinos de al lado pongan su música a todo volumen mientras siguen tonteando en la piscina.

Expresiones locales

Tendrá que toparse con los adorables carnavales y todas esas expresiones autóctonas que incluyen desde jinetes ebrios en penosas cabalgatas, tirando dulces y con pistola en la cintura, hasta zoquetes en moto que lo embardunarán de espuma y harina porque les da la gana. También, por supuesto, verá a ‘las niñas’ en el carro de bomberos y los viejitos bailando, y al tonto de máscara de ‘Scream’ que tratará de asustarlo. Y no podrá caminar porque el pueblo en cuestión será un botadero luego de tan magnos eventos.

Si hay para trago, no hay para comida

Sí, nadie en sano juicio podría gozarse unas vacaciones en tierra caliente y ser feliz del todo sin estar ebrio. Es una costumbre impuesta desde hace unas cuantas generaciones, sobre todo en paseos universitarios, y por qué no, familiares. Todo el poco dinero que usted lleva se verá reflejado en algunos petacos de cerveza, algunas botellas, y más botellas. Se alimentará solo de perro caliente de tres mil pesos, de pizza de dos mil (hecha con gatitos y piña), con ‘raspao’ de 500 (hechas con las mismas ‘Aguas Frescas’ de El Chavo), y también con hamburguesa. No habrá para más. Puede que luego su próximo hogar sean las urgencias de la EPS, pero si hay para una cosa, no hay para la otra.

De piscinas y otras tragedias
 

No hay plata para piscina privada, le figuró una comunal (o peor aún, el río Sumapaz). Para el final de la jornada no sabrá cuántos niños orinaron en ella, si usted se orinó en ella, y cuántos rastros de bloqueador y otras sustancias lo habrán rodeado. Tampoco sabrá cuántos hongos habrá tomado aquel día, ya que nunca nadó en ella, tratando de sortear a los mocosos de 10 años que se le tiraban en bomba, tratando de usted mismo tirarse en plancha (ebrio), y ganarse un horrible quemón, o jugando a ‘los caballitos’, quizás con la más bella de su grupo (suertudo), o con su tía Gloria (inserte risa de Nelson Muntz aquí).

Indumentaria local (y propia)

Por más que los expertos en moda griten a los cuatro vientos que la tendencia es el cuero, y las pieles, para otoño invierno, pero en el 90% de los pueblos de Colombia  la realidad es otra: Todas las formas anatómicas, sin excepción, serán embutidas en blusitas licradas  con lemas como ‘I luv u’, con brillantitos, cortes estrambóticos, y otros aditamentos que realcen los atributos (sí, también cuentan los rollos en la cintura). Todas las piernas, sin importar su tamaño, serán enfundadas en pequeños hot pants, leggings tribales y shortcitos. Las camisetas más coloridas, y las cadenas más relucientes recubrirán el pecho de los hombres. Ateniéndose a esto, ya puede dejar de horrorizarse. Porque resulta que las ‘pintas’ turísticas son otro caso de estudio. Está el que nunca dejará el short con tenis ni medias.

Tampoco faltarán los vestidos blancos baratos ‘artesanales’, ni los que creen que están en plena Ipanema, luciendo sus vestidos de baño en plena calle, con todo lo sexi que se ve. Y claro está, tampoco faltarán los ‘darks’ que sigan imponiendo su ‘estilo’ y así chorreen negro por todos lados, se van de cuero, taches y labial negro así haga un calor más infernal que el del Valle de la Muerte.

Música local

Tranquilo, tranquilo: nosotros tampoco superamos el hecho de que existan autos que en plena vía promocionen los lamentos (¿o ladridos?) del artista local, con afiche degradé y letra Comic Sans incluida. Pero la vida es así, y si pudimos soportar el álbum de Amparo Grisales cantando, también podremos soportar el hecho de tener a un cretino haciendo gala de su estéreo al poner regaetón ensordecedor.

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